Ya parece borrado del mapa aquel acto reflejo del ibicenco que resumía el año con una frase: «Parece que ha sido (o será) una buena temporada».
¿En qué lugar del mundo se resume el año económico en una temporada? No se me ocurre nada, salvo pensar que esto es una herencia (como casi todo en la cultura occidental) de nuestro pasado agrícola.
Un pasado agrícola reciente y que aún está vigente en nuestro Derecho Foral. El año astronómico, con sus 365 días y cuarto, se resumía en un balance de cuentas con el propietario del terreno el día de San Juan, el 24 de junio.
Pero ahora se han acabado aquellos tiempos, porque se ha terminado aquella actividad, el tipo de contrato (aparcería) y en definitiva hemos entrado en otra época.
Incluso Ibiza ya no calcula las ganancias anuales en función de la recaudación del semestre veraniego. Para empezar, el semestre se ha divido en dos. Y para seguir, el turismo ha sido en los últimos años el recurso repetitivo de unos cuantos, que han vivido con más pena que gloria la gran crisis de la reunificación de Alemania y sus efectos económicos prolongados sobre las islas.
¿Y ahora? Desde 1996, Ibiza se ha vertido hacia la construcción, y a tal efecto ha importado mucho material, máquinas, áridos y ha contratado mucha mano de obra que, movida por la euforia, ha comprado el apartamento que él mismo estaba edificando. Y para unir tantos apartamentos, más carreteras, más depuradoras y más movimiento de tierras (por cierto, espero que los juzgados expliquen claramente para qué).
O sea, la temporada de Ibiza no se ceñía al turismo, sino a la construcción.
Ha quedado mucho dinero negro, por un funcionamiento anormalmente deficiente de Hacienda y del Gobierno: el dinero negro se invirtió en ladrillo para blanquearlo, pero lejos de blanquearse, el dinero negro ha ido generando cada vez más dinero negro. Y esto está negrísimo.
Ahora estamos peor: la isla machacada, sin agua, sin territorio, con una masiva afluencia de apartamentos ofertada en el mercado, y la mayor cantidad de licencias de obras aprobadas jamás en la historia. Y esto por un gobierno ecologista, regido por nacionalistas y socialistas.
Uno de los mayores espectáculos lo ha dado una vez más el conseller insular Miquel Ramon, quien, después de un concienzudo y agudísimo análisis de la situación (como diría un marxista- leninista) objetivo de las estructuras ha llegado a una conclusión deslumbrante: «Es que había muchas licencias acumuladas».
Sí, aquí se nos han acumulado el dinero negro, los problemas, los temas por resolver y los políticos ineptos, inútiles, y los michelines.
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