sábado, septiembre 19, 2009

Ya no es tiempo de alfóncigos


Por decir algo extraño que chocara, yo dije en un artículo anterior que en Formentera no hay pistachos. Si no quieres que te tiren de las orejas, nunca se debe hacer esto: porque el columnista sabe algo de muchos temas, pero de cada tema en concreto hay muchísima gente que sabe más que uno.
¿Es que hay pistachos en Formentera?
Mmmm… pues nadie ha chistado ni ha rechistado. Pero no me extrañaría.
Mi amigo Jackson, un inglés que se hizo terrestre en Formentera, me regaló antes de morir un texto de 18 páginas (¿dónde andará? Tantas mudanzas aligeran el archivo a la fuerza) en el que explicaba las características del terreno de Formentera y los abonos necesarios o aconsejables, así como las plantas que armonizaban y complementaban aquellas tierras tan desagradecidas y tan resecas.
Hoy cualquier licenciado funda una sociedad limitada y hace un estudio de agroturismo y se lo vende al Consejo de Formentera (Consell) por una pila de euros. Jackson y tantos otros elefantes hicieron todo esto gratis.
Cuando la creatividad sale del corazón acaba por emerger, como el niño que está tan tranquilo en el útero, pero llega un momento en el que es echado al mundo, arrojado a la vida diría un filósofo que nunca tuvo hijos (mi querida profesora Llanos ya sabe de quién hablo, a los demás ¿qué puede interesarles?). De la misma manera que si el hijo no naciera mataría a la madre y a veces incluso naciendo, las ideas alumbradas desde lo oscuro salvan al creador de la locura, del trastorno o de la inadaptación.
Pero hoy en día todo se cobra, porque cobrando el autor, siempre hay una media docena de garrapatas que cobran comisión (además de los partidos políticos). Como es lógico, apenas queda nada, o simplemente nada para el autor del trabajo. Lo sé bien, como escritor y como generador de cientos –di la verdad, di miles– de artículos.
Pues eso. Formentera podría ser probablemente un buen sitio para plantar pistachos, aunque el pistacho propiamente dicho no es el árbol, que se llama alfóncigo. Lo he mirado.
Mariano Llobet, uno de mis elefantes más queridos y uno de los personajes más transversales de nuestro pitiuso siglo XX (no es que ande atravesado, es que se movió en todos los ambientes de la Ibiza de los 60, 70 y 80 como mínimo) me amplía información.
Me dice: el alfóncigo plantado en el patio de la galería Ivan Spence (sin erre, leches) lo plantó su abuelo. Mariano Llobet ya tiene 81 años, así que estoy hablando de 200 años, que es de estirpe longeva. Me quito el sombrero, por respeto y por llenarlo de pistachos.
Y además don Mariano, insigne elefante fenicio, domina las nuevas tecnologías.
¿Quién plantó el alfóncigo o pistacho de Dalt Vila? Copio un fragmento de su email:
«Fue mi abuelo Mariano Llobet Tur, varias veces alcalde de la ciudad de Ibiza, a últimos del siglo XIX, y además creo que el único que llegó a sacarle rendimiento comercial. Los sembró en el jardín de su casa familiar en Dalt Vila, calle Mayor, 13, donde yo nací y donde estuvo la galería de Ivan Spence, y en su finca Can Truja de San Rafael. Aunque posteriormente hubo varios intentos de cultivarlo, no tengo noticias de que alguien lo consiguiera… Abrazos».