sábado, julio 30, 2016

La melancolía del éxito



Jaume Ferrer es el presidente del Consell de Formentera. Parece tener claro que Formentera no puede crecer más. Es una obviedad que a mí personalmente me mueve a la melancolía, a un desasosiego que no puede calmar ninguna medicina. Les ocurrirá lo mismo a todos aquellos que a mediados de los años 70 dijimos que Ibiza no podía seguir el modelo de Mallorca o de Benidorm, que el diario francés Le Monde bautizó como «balearización».
Entonces, como ahora, era muy difícil armonizar el deseo con la realidad. Muchos lo vieron, lo dijeron y murieron sin haber conseguido nada. No pude conocer a un hombre de gran talento como Erwin Broner, que sintió las piedras de Ibiza como si hubieran sido células de su cuerpo y la entendió como nadie de la isla. Incluso hoy, numerosos pintores de éxito le deben una gran parte de la inspiración. Broner (y unas decenas más) lanzó las señales desesperadas del naufragio inminente. Nadie escuchó.
Es evidente que un joven periodista, con más ímpetu que preparación, con más ilusiones que potencia para realizar los deseos, tampoco conseguiría nada. Pero se contó todo aquello que se pudo. Y escrito queda.
De 1972 a 2016 van 44 años, miles de piscinas y de inmuebles, kilómetros de asfalto, construidos en los parajes más hermosos de la isla. Aquí la tenemos: la Ibiza urbanizada, el fruto de nuestro vientre y de muchos errores acumulados.
Ahora es imposible gestionarla cuando se la somete a la presión actual. Las Pitiusas sufren demasiado en este grado de exposición a la máxima carga turística. Pero ya es imposible volver atrás, estos procesos son irreversibles porque solo van en una dirección única.
¿Qué podemos hacer? Incluso hoy a la vista del actual desastre, aún con los cadáveres calientes muy pocos se atreverán a decir lo que piensan: hemos crecido demasiado. Aquí no se cabe, hemos agotado los recursos de la isla y ni siquiera tenemos espacio para transformar nuestros desechos. Lo nuestro no acaba de ser un éxito, sino una prolongada agonía.

Los ibicencos no sabrán o no querrán salvarse. Solo queda una última carta, que tampoco se pondrá sobre la mesa, al menos de momento: que el Mediterráneo recupere la cordura, la paz y la lógica de la vida. Millones de turistas dejarían de venir a las Pitiusas como primera opción y nos darían un respiro. Nosotros no podemos soportar tanto ni nos lo merecemos.

miércoles, julio 27, 2016

Los pinares, a salvo de momento


No nos asustan los fuegos fatuos de nuestras entrañables festividades religiosas, las mismas que con todo descaro desprecian nuestras autoridades, a excepción de aquellos momentos rituales en que ellos toman el lugar del santo o de la Virgen y se convierten en los protagonistas. Por San Jaime, Santa María y San Ciriaco sonreíd: os estamos filmando.
Una de las servidumbres del cargo es que se debe asistir por razones de protocolo a desfiles que son un coñazo, como dijo Rajoy, y a procesiones, incluso a misas cantadas que nos hacen sudar la gota. Pero nadie les ha obligado a punta de pistola a ser alcaldes, concejales o consejeros.
Los ibicencos seguimos siendo cristianos de baja intensidad (algunos de intensa) y no nos gusta que en actos señalados vayan mal vestidos –parece que algunos de Podemos acaban de salir de una cuadra de mulas– ni que ignoren nuestras celebraciones con petulantes enfrentamientos estériles.
Los fuegos artificiales habrán iluminado a los feligreses formenteranos por San Jaime y es probable que algún fanático pagano exhiba alguna bandera de los inventados países catalanes por la febril imaginación de Joan Fuster. No existen ni han existido jamás.
Sobre los otros fuegos parece que el verano se comporta. Ibiza ya ha sufrido en su historia reciente devastadores zarpazos y muestra estas crueles cicatrices en los pinares calcinados. Salvo algunos focos, apagados casi al instante, hogaño las Pitiusas no han sufrido el embate irremediable de los incendios. Esto es casi un milagro, sabiendo la densa y frondosa capa de vegetación pinosa que recubre la superficie de ambas islas.
Queda mucho verano y mejor no mentar la soga en casa del ahorcado, pero espero que las dotaciones de vigilancia e intervención sigan con este promedio de alta eficacia en la garden city que es Ibiza y Formentera.
Cuando tenemos controladas estas chispas que se inician en el mundo rural, parece que la estupidez humana, o el infortunio o la locura no pueden descansar sin provocar accidentes en principio evitables: vehículos ardiendo, lanchas o barcos que se prenden fuego por los gases acumulados o pisos o viviendas habitadas. Llama la atención que en el campo los controlemos, pero en la ciudad no sepamos calibrar el peligro de nuestras acciones.
Y el verano va pasando. Ya solo nos queda esperar la tromba de agua que caerá en septiembre o antes.

sábado, julio 23, 2016

Ibiza: no se puede tener todo



Se pide un policía en cada punto conflictivo, pero obviando que Ibiza es toda ella un espacio conflictivo, con una enorme carga de población veraneante y unas infraestructuras que no ayudan a nadie, ni a quien se mueve ni a quien pretende quedarse quieto.
Se pide policía a la salida del colegio. O a la entrada. En los pacíficos y festivos eventos deportivos, en los parkings de coches o en la salida del garaje, porque nos han tapiado otros vehículos, en las zonas de fondeo y anclaje de yates, en las paradas de taxis y donde los taxis ya no pueden detenerse.
Jamás habíamos tenido tanta libertad ni tantos policías y, a pesar de tener un sistema educativo generosamente dotado, sacamos a la calle a individuos que necesitan de un policía al lado para poder desarrollar su vida cotidiana. Aunque claro, a la menor indicación respondemos con esto de que no somos ni queremos ser un estado policial.
No estoy muy seguro, aunque bien es verdad que uno no está muy seguro de nada. Puede que los gobernantes deban escuchar todas las opiniones, pero una vez oídas (que no escuchadas) se debe gobernar con una hoja de ruta sin caprichos ni veleidades, con mano firme y con instrucciones –para todos– claras. Nos pasa con todo. Queremos una cosa y su contraria, como estos neófitos de Podemos del colmillo retorcido, que criticaban la corrupción de la casta y ellos se están manifestando con las mismas apetencias y perversidades. Y no sirven para nada, claro, porque tienen arrancada de caballo y parada de asno. Un lunes se manifiestan contra la pista de avionetas, pero sabemos que el miércoles ya dirán que sí, es más, incluso que están enamorados de los jets privados, sobre todo si ellos pueden subirse.
El único que va cambiando de verdad es el PP, hasta el punto de perder su naturaleza. Cada vez más a la izquierda y más catalanista: Francina Armengol (no olvidemos a Pilar Costa), la separatista que preside un pacto de perdedores (o sea, los que perdieron las elecciones) presenta unas medidas fuera de toda proporción y de todo sentido y el PP permanece mudo. Solo Pericay se manifiesta con claridad, avisando de la inconstitucionalidad de las medidas de catalanización de los colegios, la sociedad, las empresas privadas. Y así seguimos. ¿Los militares? Salieron de Ibiza hace ya varios lustros. Pues no. Ahora se quiere instalar una guarnición fija de la UME en la isla. La policía local vigilará permanentemente los taxis piratas. ¿Y los normales? Lo dije hace tiempo: que Gran Bretaña nos mande sus policías y que los pague. O la Navy estadounidense.

miércoles, julio 20, 2016

Récords y recuerdos



Ya no nos caben ni nuestros lodos generados por la actividad humana. Lo saben los rincones del litoral que tienen la mala fortuna de recibir el salitre del agua desalada: alteran de tal manera el medio ambiente y las condiciones del mar que ponen en peligro cualquier señal de vida habitual.
Tenemos que pagar por todo. La propia isla no tiene capacidad de regenerarse por sí misma ni de asimilar ni de filtrar los desechos que vamos expeliendo. Seca y salada en nuestros acuíferos, cada vez con menos territorio y menos recursos, Ibiza se encuentra ante una gran encrucijada: ¿ha de decir basta al turismo? ¿Cómo controlarlo sin dañar la imagen de la isla ni nuestra única industria?
Los cuatro millones de turistas exigen cada vez más: hay que pagar por importar comida y bebidas y a partir de ahora tendremos que pagar (y mucho) por deshacernos de la basura en cualquiera de sus estados. Enviar los lodos a Valencia saldrá por unos 800.000 euros. Y parece la mejor solución.
No es cierto que la isla se haya reconvertido en un centro de turismo selectivo, con pocos turistas y de una gran capacidad de gasto. Es pura fantasía. Las Pitiusas viven del turismo de masas, muy abrasivo y gran derrochador de recursos. Dejan toneladas de fecales que habrá que sacar de la isla en barcazas y que enriquecen a los valencianos. Esperemos que no los destinen a la huerta.
Lo que ya nos está alarmando es el aumento progresivo de estas cifras, aun sabiendo que son turistas prestados por la crisis global del Mediterráneo. ¿Los ibicencos no tienen nada que decir sobre esta cuestión?
Mientras, en Ibiza nos quedamos con los 300.000 turistas diarios, que llegan mediante estas 8,5 millones de plazas ofertadas por las compañías áereas para 2016. Cifras que nos retrotraen al recuerdo del aeropuerto de es Codolar, cuando se accedía directamente a los aviones caminando por la pista. Hoy somos uno de los aeropuertos más concurridos y rentables de toda Europa.

Podemos elegir este invierno entre tratar nuestros récords o nuestros recuerdos, o quizás ambos porque habrá que tomar decisiones.

sábado, julio 16, 2016

Un triunfo que puede ser fatal


Ya van llegando las cifras confirmando la avalancha de turistas que sufrimos en nuestra propia piel. Ibiza no puede asimilar esta tromba. Ya lo sabíamos, pero no por sabido es menos letal. Leo a mis compañeros de prensa y todos sin excepción esquivan la progresiva catalanización de Baleares mediante las medidas del Pacte III de Francina Armengol y se centran en esta vertiginosa e indigerible masa turística que lo arrasa todo a su paso. Claro que no hay sitio en las playas, es matemática y geométricamente imposible. Claro que las playas del Sur ya no pueden acoger a ni un ibicenco más.
Si pasamos de unos cien mil habitantes activos a casi medio millón de festivos veraneantes es materialmente imposible. Los que llevan más de quince años en la isla saben bien de lo que hablo y por qué lo digo: los más recientes identifican un progresivo aumento del número de turistas con el éxito. Quizás sea así en su pacífico pueblo o ciudad de procedencia. O quizás sea así en una planta donde se fabriquen donuts. En Ibiza ya no es así. Hemos roto la cifra óptima, es decir, a más turistas mayor fracaso y mayor pobreza a medio plazo. A corto plazo llegaremos a un colapso, en el cual al parecer ya estamos instalados, por mucho que nuestro talante nos aconseje sobrevivir con una sonrisa. Veremos cómo acaba esto, aún queda mucho verano.

Las cifras nos lo explican decía antes. En Ibiza, no hace muchos años, teníamos por un gran éxito una temporada que alcanzara el millón de entradas por el aeropuerto de es Codolar. Esta cifra la hemos sobrepasado solo en el tráfico del mes de junio de 2016. Sí, han leído bien: 1.067.182, lo cual supone un aumento por encima del l5% respecto a 2015. Estos aumentos brutales son aplicables a toda la temporada, por mucho o poco que pueda afectarnos el Brexit. La relevancia de Gran Bretaña en nuestro turismo sigue aumentando. El año pasado llegaron a España 15.67 millones de turistas británicos. De enero hasta junio 2016: 2.629.533 pasajeros aeroportuarios, un crecimiento del 17%. Vuelos: 29.690. Es decir, en junio ya habíamos pasado del millón de turistas llegados. Y queda todo el verano por delante. Extrapolando estas cifras, al final del año podríamos haber recibido cuatro millones, o muy cerca, si sumamos los arribados por mar. Y esperen la programación intensiva de cruceros. Ay amigos, nuestra toalla, no cabe. Normal.

miércoles, julio 13, 2016

Hasta las abejas nos sonríen



Las Baleares rebosan turistas por todas partes. Ya inmersos en pleno julio todo funciona según las previsiones hechas desde octubre de 2015 y que fuimos afinando a medida que se sucedían los catastróficos acontecimientos en Egipto y Turquía, que dejaron a los millones de turistas rusos sin un destino seguro, a excepción de Tailandia. Hace dos meses expliqué que Putin había enviado a sus mensajeros para conformar una alianza sólida con Túnez.
Al final del año sabremos si ha fructificado. Hace menos de quince días, Putin se reunió con Erdogan, el islamista presidente de Turquía. Un país turísticamente delicioso que los cientos de miles de rusos aprovechaban a placer, hasta que este derribó un caza ruso en la frontera de Siria. No solo el turismo, Turquía significaba para Rusia un magnífico mercado para abastecerse de cuantos productos le privó la UE tras las sanciones por la guerra de Ucrania y la apropiación de Crimea.
Ya anticipamos que esta vertiginosa sucesión de acontecimientos bélicos significaría para España, Baleares, Ibiza y Formentera unos llenazos impresionantes. Los millones de turistas que vieron suprimidos sus destinos en el Mediterráneo, Egipto, Turquía sobre todo, se refugian en la seguridad –siempre relativa– de España.
Ni siquiera el brutal Brexit ha podido anular esta dinámica prevista. Ni las espectaculares incursiones de Hacienda en algunas discotecas de renombre. Es previsible que en los dos meses de verano restantes, los británicos sigan viniendo, aun aceptando un menor poder adquisitivo por la devaluación de la libra. Sabemos ya que los hoteles de alta gama están llenos a rebosar y sin apenas plazas libres. Los puertos deportivos no disponen de amarres. Los restaurantes de categoría lo mismo. Las carreteras abarrotadas.
¿Quién se queja? Solo en las zonas tomadas por los británicos de clase media han notado en las tiendas de licores, estancos y bares una leve oscilación. Nada importante. De momento. Y si se diera el caso de que la isla pudiera desembarazarse de unos miles de hooligans británicos, miel sobre hojuelas. Encima, las abejas de Ibiza, siempre generosas, han aprovechado las cuatro gotas de lluvia de abril para duplicar su producción de miel. A veces sonreír es de agradecidos bien nacidos.

sábado, julio 09, 2016

Contra el turismo nada, control inteligente sí


Estos grupúsculos de oposición permanente en Ibiza y en toda España han entrado de alguna manera en las tareas de gobierno de no pocos ayuntamientos. Pronto se han dado cuenta de que gobernar tiene unas reglas, unas normas insalvables que convierten cualquier proceso de cambio real en una vía crucis plagado de dificultades imprevistas. Da igual que se trate de desinstalar las vallas de nuestras saturadas carreteras; o de servir el agua corriente por la que paga el ciudadano o de inspeccionar y recomponer las tuberías y las canalizaciones de depuración: todo se convierte en una pesada losa.
Como si la gobernanza de un ayuntamiento estuviera fijada con clavos antiguos a prueba de toda innovación. Pero no es así. Hay que combatir el desánimo, no satanizar la labor de quienes se enfrentan a situaciones enquistadas y tratar de avanzar, aunque sea palmo a palmo, sabiendo que los milagros no existen y si existen no son obra de concejales ni de alcaldes.
Pancartas, vallas, agua potable, depuración, desalinización, aparcamientos, control de servicios y seguridad en los pueblos y en las costas. Es una tarea que parece inabarcable, pero no lo es. Hay que criticar la labor política, pero en momentos de mucha presión hemos de arrimar el hombro para llegar a buen fin. Y me refiero a este verano.
Todos con todos, no todos contra todos. Tregua.
En otoño reaparecerán los tópicos y si se han de repetir las elecciones por tercera vez, los ediles se tendrán que exprimir la sesera para encontrar alguna idea o frase que motive a los ciudadanos que ya están más que hartos de estar tan hartos. Y de pagar y de volver a pagar, con unos servicios que a menudo son insultantes.
En Mallorca, esta casta de subvencionados, ecologistas y nacionalistas expresan su malestar por el turismo masivo y otras oleadas de visitantes –cruceros, por ejemplo– como ha hecho el GOB. Quien más quien menos vive del dinero que recibe en distintas partidas de subvenciones. Pero ¿de dónde creen ellos que viene el dinero que reciben con excesiva abundancia? De los empresarios y los trabajadores con sus aportaciones fiscales.
De ahí que debamos ser muy prudentes y no convertir nuestro cansancio en una metedura de pata extemporánea que nos dañe en nuestra principal actividad. Seamos discretos y hagamos llegar nuestra voz en el momento y sitio adecuados. Ni pintadas, ni agresiones ni insultos. El turismo siempre es bienvenido y te damos gracias, Señor, por estos alimentos recibidos.

miércoles, julio 06, 2016

Ibiza, caja de resonancia

Alessandra Ambrosio y familia en Ibiza


Los personajes que viven de la popularidad lo saben bien: Ibiza es en estos últimos años un poderoso trampolín, un escaparate continuo, cuando no un escenario que a menudo filman algunas televisiones para llenar sus programas. Esto lo sabe todo el mundo. Y por tanto, es fácil comprender que los VIP, famosillos y wannabe que pretenden salir en la tele a ganarse la vida del cuento de la imagen, estén muy atentos a las cámaras. A la vista de una cámara se abalanzan con un resorte automático y se hacen los dueños del plano.
Otros hacen todo lo contrario, se esconden en su casa de campo y apenas aparecen en parajes donde se les pueda reconocer fácilmente. Paris Hilton adora el baño eléctrico de los flashes. Pero Alessandra Ambrosio, Izabel Goulart y otras top models como Kate Moss o Naomi Campbell, llevan muy bien dosificada su imagen y controlan sus apariciones y a los fotógrafos, cuando pueden. Claro que Instagram y Facebook han cambiado bastante la mecánica promocional de las estrellas y si se sienten con un déficit de atención ¡ellos mismos se autopublican imágenes polémicas! La saturación de smartphones es otro elemento que lo ha cambiado todo.
En este sentido, me da un poco de pena la cabaña política local. Entre sudores y cañerías reventadas solo aparecen en algunas cartas al director poniéndoles a parir, aunque algunos intentan quedar inmortalizados ante un botella de champán en algún privé nocturno, pero con escaso éxito. Hacedles más caso, por favor.
Al margen de nuestra selva tropical de personajes y personajillos, la propia dinámica exterior nos promociona las Pitiusas, aunque sea en las páginas negras de la prensa y las televisiones.
El día 1 de julio esperábamos el golpe del Brexit contra nuestro turismo, pero solo recibimos la doméstica chapuza desde el Prat de Llobregat, donde tiene su sede Vueling. Se encienden todas las alarmas, ante el hastío y el enfado de los clientes, pero el daño ya está hecho. La misma semana un lote de alubias blancas y de bacalao levantan el pánico del consumidor, al detectarse botulismo en Cataluña y Baleares.

Pero la máxima repercusión la concede el poderío de las redes sociales, donde un músico catalán de quinta fila y seguramente necesitado de polémica publica la foto de un camarero de la naviera Baleària, que no entiende cuando se le pide un cafè amb llet (un café con leche). Otra vez el mismo rollo. La compañía contesta velozmente que tomará medidas, hasta que se ven obligados a rectificar ante la presión de los internautas. Y todo pasó en Ibiza. Ya digo, somos dinamita. Ibiza, tomada en exceso puede dañar seriamente tu salud y tus negocios. Ojo con la colosal resonancia de Ibiza.

sábado, julio 02, 2016

No habrá amargo día después (de momento)

Foto  AFP


Puede que Baleares sea una de las comunidades españolas más perjudicadas por la salida del Reino Unido de la Unión Europea, como avanzan algunos periódicos, pero en el fondo tengo muchas dudas. Al menos Ibiza no tiene porque ser especialmente penalizada, ya que nuestra mayor exportación es el sol, y la diversión. Si hay otras exportaciones, como las hubo antaño (sal, patata, albaricoques disecados, etc.) se encontrará la manera mediante tratados comerciales bilaterales entre ambos países.
Es algo más que una impresión de urgencia, es la constatación de que Ibiza ya tuvo estrechas e intensas relaciones con los anglosajones antes de la entrada en el Mercado Común y después en la UE. Y las teníamos ahora sin pertenecer al mismo sistema monetario.
El turismo británico, sobre todo el inglés y el escocés ha sido un puntal desde los años sesenta. Y no dejará de serlo ahora. Con más motivo porque aún no se sabe nada en concreto. El Reino Unido, tras el traumático referéndum del día 23 de junio, ha de solicitar solemne y oficialmente su salida de la UE usando el artículo 50. Y esta ha de contestar. Ni siquiera se ha formalizado este requisito inicial, por lo que es aventuradísimo hacer cualquier disquisición ante el futuro inmediato.
Hoy mismo, el RU es miembro de la Unión Europea con todos los derechos y obligaciones. Para los británicos en Ibiza y para los españoles y europeos en general que trabajan en Gran Bretaña o en Irlanda del Norte nada ha cambiado... Una vez recibida la solicitud de salida, UE y Reino Unido se conceden dos años de intervalo para redefinir las relaciones en intensidad y en tipología.
Muchos ´british´ están convencidos de que fácticamente el Reino Unido no se va a separar. Es decir, el actual statu quo será sustituido por una trama de contratos y tratados bilaterales que , en contrapartida, también supondrán una responsabilidad y una colaboración en las cargas de la UE. O sea, que pagarán lo mismo o mucho más que ahora mismo.

Así que, hasta julio de 2018, queda una amplia fase que dará capacidad de maniobra a estos cuatro mil trabajadores veraniegos británicos así como a las empresas que tengan que readaptarse a una legislación distinta. Mientras tanto, la élite política no parece dispuesta a embarrar más el campo de juego. De momento, los daños colaterales más visibles son la bajada de las Bolsas y la devaluación de la libra. Ellos pagarán con su dinero su insensata (y respetable) decisión.