Las situaciones de crisis suelen ser muy creativas y es donde y cuando los espíritus imaginativos encuentran sus oportunidades. Y como de una crisis sólo se puede salir con los pies por delante (o sea, partiendo, como aquellos soldados que votaban con los pies) sólo queda la posibilidad de buscar y de encontrar soluciones.
Yo dudo sinceramente que en la destrozadísima islita de Ibiza las crisis sirvan para nada, a no ser para estos compradores de rebufo que adquieren hoteles en desguace para acabar de quemarlos y, de paso, acabar con la poca categoría que le quedaba a la isla.
Pero no compran los ladrillos, ni siquiera las camas: compraN las plazas, las licencias, las cuales una vez sean valoradas en un momento favorable valdrán una fortuna. Piensan estos especuladores que Europa, un continente que emite cientos de millones de turistas cada verano, siempre tendrá dos millones de turistas para embucharlos en Ibiza durante los tres meses del solsticio.
Mientras, «cada día se construye una casa» en la isla (Diario de Ibiza del 15 de octubre de 2007). Ello significa que no hemos cambiado el modelo de isla-ciudad, de ciudad-jardín. Toda la isla ha tomado un camino -por cierto, totalmente insostenible, como se demostrará más pronto o más tarde- que hace irresolubles los problemas comunitarios, sociales, civiles. El consumo y el derroche de agua es astronómico; los costos del cableado no tienen parangón en ningún lugar del mundo, a excepción quizás (no lo he comprobado) del deficiente y fallón sistema californiano, y pienso en la ciudad jardín de Los Ángeles; ahora sobresale otro problema: los accesos al centro administrativo o laboral (Vila, Sant Antoni, Santa Eulària) son una tortura demencial. Ya no hay horas punta en Ibiza: todas están con los nervios de punta.
Podríamos seguir, incluyendo otro ejemplo que demuestra y nos ilustra sobre la insostenibilidad de este modelo urbanístico: la desalentadora estadística de la recogida de basuras y residuos. No salen los números.
Quiero decir que no se entiende que la isla esté sembrada de perforaciones y montañas aserradas y en cambio la basura campe dispersa en cualquier rincón de la isla. Pero es que... ¡la basura que va al vertedero es de una cantidad astronómica!
Tanta gente fantasmal que pulula intentando vendernos la burra de grandes festivales, museos, museizaciones para llevarse el dinero (los informes: Tarrés, Lurdes, ojo) y resulta que la mejor museización es la propia isla. Estoy seguro que un grupo de niños de 12 a 15 años organizarían mejor Ibiza en un juego con su ordenador o en un concurso de ideas que estos politicastros triperos, mediocres e inútiles que se cargaron la isla y ahora, de una forma o de otra y sin cesar, la sobrecargan.
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