miércoles, abril 16, 2008

La procesionaria es un mal enemigo


Todos hemos visto estos bolsones que parecen un tupido nido de telaraña, engarzados en el tierno brote de una rama de pino. Dicen los manuales que he consultado que la Thaumetopoea pityocampa o `procesionaria del pino´ es muy común en nuestros pinares.
¿Alguien la recuerda en los bosques de Ibiza? Yo no. ¿Alguien ha leído jamás en algún autor la referencia a la procesionaria? No. Por lo tanto, debe de ser una aportación cultural atribuible a nuestras recientes relaciones nacionales e internacionales. Porque en la Península sí existe desde tiempo inmemorial.
Debo decir que es muy mal enemigo, no sólo porque destroza los brotes tiernos del pinar, hasta el punto que puede matar el árbol, sino porque estas orugas oscuras y tétricas están recubiertas por una capa de pelo que se desprenden al contacto. Hurgar en la hilera o atosigarlas con un palito, por ejemplo, puede ser muy mala idea: los pelillos se dispersan y si llegan a las mucosas pueden causar verdaderos estragos.
Si se da el caso de algún cachorro curioso que pretende catarlas, puede darse el perro por muerto y con una agonía atroz. De tener suerte, si el inexperto animal (los perros avezados no se acercan, ya las conocen) la olisquea y no la traga, puede perder un trozo de lengua y seguir con vida.
El pasado 20 de enero nuestro Diario recomendaba «medidas urgentes» contra la procesionaria, que se ha propagado pero no es una plaga. La noticia viene redactada con extrañas contradicciones, supongo que con la intención de crear alarma pero sin alarmar. Por ejemplo: «Los planes de choque contra la procesionaria en Ibiza han sido eficaces, pero no han controlado su expansión». ¿En qué quedamos? ¿Eficaces en qué?
Brevemente: la procesionaria existe en Ibiza, las orugas siguen el ciclo biológico, aunque las medidas tomadas han impedido no sé qué, algo, quizás que todos los pinos estén invadidos. Esto es imposible: incluso la peor plaga sólo soporta un número crítico de ejemplares. Supongo que quieren decir: hay que seguir trabajándolas, controlando su ciclo.
Esto no es ninguna tontería, sino algo fundamental. Ciclo.
A finales del verano, la mariposa pone los huevos en las acículas de los pinos. Al cabo de un mes las orugas se encierran en su bolsón característico. En invierno prefieren la salida del sol para salir de la bolsa y, en una fila perfecta, comienzan su Santa Compaña y van de pino en pino para alimentarse. Con el frío regresan a su bolsón. Pero a finales del invierno, cuando el frío arrecia, bajan de la rama y se entierran para emerger a mediados del verano en forma de mariposa. Y recomienza el ciclo.

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