miércoles, septiembre 05, 2007

Un verano para el amor


Summer of Love, 1967, y lo que parece una cursilada fue el huevo que incubó la gran explosión mundial del nombre de Ibiza.
Ibiza ya estaba inventada y llevaba mucho trayecto recorrido. De no haber habido aquella interrupción (1936-1939) en la que la ciudad de Ibiza se convirtió en una trampa mucho peor que Guernica (tomen nota, copistas: 120 víctimas en Guernica, más de 140 en Ibiza).
Pero no duró tres años la guerra. En cierto modo, hasta 1953 en Ibiza no se movía la cabeza de un alfiler, y si se movía era para salir huyendo a Argel. No entraba ni salía nadie.
Bechtold y Broner fueron de los primeros en atreverse. Y volvieron.
Pero Ibiza era un sitio muy tranquilo y muy vigilado. No había peligro para la seguridad y el orden. De hecho, en 1967 todavía se estaba viviendo en una sociedad conmocionada por la guerra-posguerra civil.
En 1967 se celebró el Summer of Love, el verano del amor. Desde San Francisco hasta las afueras de Nueva York y otros sitios de la costa Este se estaba levantando una polvareda que llegaría hasta Ibiza.
París, Amsterdam, Praga, Budapest, Roma, estaban también casi en ebullición.
Todo estallaría al cabo de unos meses, o sea ya en 1968. Desde la primavera de 1968 se inicia un nuevo recorrido, donde la juventud mundial se cuestiona absolutamente todo orden establecido. Con claridad, el capitalismo depredador y paranoico; pero también el comunismo depredador, asesino y psicótico.
En 1968 entramos en otro nacimiento. ¿Qué nace? ¿Quién nace? Nace el hombre. La medida de todas las cosas no será el Estado opresor, sino el hombre y sus libertades.
Y nace Ibiza.
La isla empieza a llenarse de peludos, de piojosos viajeros rubios y de chicas que mostraban los muslos. La rebelión de los mansos en una isla de borregos (el silencio de los corderos tendría que haberse filmado en aquella Ibiza).
En 1967 Ibiza parecía la aldea de Obelix y Asterix: el paseo Vara de Rey estaba levantado (como siempre), el caramel estaba muy caro, se inauguró el vuelo directo Londres-Ibiza y aparece en Barcelona la novela `Cien años de soledad´.
Desde 1936, por fin la soledad de Ibiza se rompía con flores, pelos largos, música acústica (guitarra y flauta) y muchos muslos y senos accesibles. Una revolución. Al pie de la pasarela les recibían los policías grises (porque iban de gris) que solían llevar patillas muy largas y pelos muy cortos.
Al cabo de un año, Ibiza ya estaba promocionándose como un paraíso de libertad, tierra de acogida de los hippies y muchos policías se dejaron crecer un poco más el pelo, pero se recortaron las patillas. Ibiza estaba despegando.

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