Pasar por el túnel será una frase que se acuñará en Ibiza. A quien no se porte bien lo pasarán por el túnel; a quien no pague sus facturas se le dará un pase de ida y otro de vuelta por el túnel de San Rafael. Por el de San Jorge no me atrevo a pensarlo, porque la inmersión en las aguas sucias y en los lodos es –como la inmersión lingüística de los neonazis catalanistas- de una crueldad fuera de catálogo.
Le he dado vueltas al asunto, decía. He preguntado a gente de edad, a gente joven: ¿Para qué se hicieron estos túneles?
Casi todos me contestan lo mismo: para encarecer las obras, para generar dinero. Pero no existía ni existe hoy ninguna utilidad efectiva y esto es observable objetivamente.
Pero todavía hay algo peor: tanto se ha ordeñado la vaca que se ha quedado en los huesos. O sea, las obras están mal obradas, y ello se desprende de estas inundaciones que jamás debieran haber ocurrido y de esta imposibilidad de transitar de los peligrosísimos vehículos pesados que han de hacer llegar el keroseno al aeropuerto. O de algunos tramos que tienen el peralte al revés o de algún paso a nivel que se agrieta, como los buenos higos de agosto.
Pero el paso a nivel de Jesús, aunque haga higo, no es un higo. Es una obra pública pagada a unos precios considerados altísimos. Desorbitados.
Si no es un higo, es carísimo y se agrieta: ¿qué podemos hacer?
Yo quisiera ver a Xicu Tarrés, a Miguel Ramón, a Bernat Juan Marí (sí también él, que como el jueves siempre estaba en medio) a Lurdes Costa, tanto que gritaban y tanto que clamaban… a ellos los quisiera ver actuando, presionando y pidiendo los informes y las auditorías que se deban pedir.
Y actuar en consecuencia. Los demás estamos hartos, pero seguimos estando.