No han tenido mucho éxito las proclamas de estos empresarios que piden que no se informe en exceso sobre la realidad de nuestro verano.
Yo estoy viendo Ibiza reflejada en periódicos on-line y en revistas de todo el mundo (mucho menos que hace unos años, desde luego; imagino que incluso periodísticamente los mercados se saturan) que hablan de nuestra isla.
Ya no hablan de Roman Polanski, Elle Mcpherson, Naomi Campbell y otras celebrities que llenan el papel y las páginas de la prensa mundial.
Ya no vienen.
Son pocos ya los que emplean los tópicos de la magia y de lo mágico.
Pero ahora hablan con machacona insistencia de algunas de nuestras playas oscurecidas por el fuel, de nuestro paisaje rural, ennegrecido por el asfalto. Hablan de un verano extraño, con amenazas de bomba y un desalojo del aeropuerto, hablan del chapapote que cubre tres playas hoy sí, mañana no, y viceversa, y tratan de esta indesmayable e indisimulable plaga de medusas, cuya presencia prolongada durante todo el año ya nadie pone en duda.
Hablan de todo eso. Y más.
Les quedan muchos temas para el invierno, como es la amazacotada tapia en que se ha convertido la costa, los ruidos invencibles que pueblan el aire de la isla entera durante seis meses o más (el ruido nunca entra en crisis, no tiene temporadas bajas) y, cómo no, antes de septiembre los periodistas comenzarán con esta plaga de accidentes de piernas cercenadas, de turistas voladores que se caen por el balcón y de estas puñaladas entre paisanos británicos...
Miro todo esto y consulto varias páginas web. No quiero dejarme llevar por mi tendencia al realismo.
Pero no hay manera: incluso en los grandes negocios, en las páginas inmobiliarias, se diferencia entre Ibiza y el resto de las Baleares.
Mallorca y Menorca son estudiadas por un lado. Ibiza, la Isla Blanca, pero muy ennegrecida, la presentan aparte.
Bueno, la situación tal como la veo ya no da más de sí. De acuerdo, que unos cuantos cuervos empresarios comprarán a la baja gangas e instalaciones, las explotarán con este sub-turismo y los años irán pasando.
Pero ahora sí que ha llegado el momento en que el Gobierno local tiene la posibilidad de dar un fuerte golpe de timón.
Sin miedo a equivocarse: haga lo que haga, Ibiza no quedará en una situación peor de lo que está ahora. Después, levantarse poco a poco.
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