miércoles, agosto 15, 2007

Cerdeña, como la Ibiza de los años 60




Ya hemos pasado julio y nos estamos tragando agosto. La Asunción de la Virgen marca la mitad de este mes terrible que no tiene misericordia con los débiles. El ferragosto, el dolor y los cansancios acumulados, las agujetas y las resacas comienzan a hacer mella.
También comienzan a salir en revistas y en blogs las impresiones de los periodistas que han viajado su semanita de vacación. Muchos de ellos hablan de las islas mediterráneas.
Los sigo sin prisa, relajadamente.
Veo que Enrique Arias Vega, publica en su blog un vaticinio fácil: el final de la armonía actual de Cerdeña. Bueno, dicho así, todos estamos en peligro. Unos porque hemos llegado y nos hemos pasado, y otros porque ya se están pasando antes de llegar. Cerdeña, dice, está en peligro.
Sí, pero de momento, la costa Esmeralda se ha convertido en un reducto selecto, donde se recogen los personajes más importantes de la política, el cine, las finanzas, como Berlusconi, Tom Cruise, y toda la gran legión de bellezas de moda.
Cerdeña es una isla enorme con sólo un millón medio de habitantes. Sus costas son de ensueño y hasta ahora se ha conservado porque teníamos al capital entretenido masacrando Ibiza, Mallorca, algo menos Menorca, y la costa de Italia y de Francia.
Sitios como Saint Tropez han sabido ironizar sobre su propia decadencia y se han convertido, en efecto, en un enclave de decadencia y de mucho dinero. Lo mismo Italia, que es un país siempre a punto de explotar, de desaparecer, de arruinarse, pero a la postre sólo es comedia, porque parece un país indestructible.
Ahora mismo, se podría trazar un triángulo donde se esconden los millonarios y las bellezas del planeta. Desde Saint Tropez, tomando el arco de la costa italiana con sus islas maravillosas, bajando hasta Sicilia y cerrando con Cerdeña. Claro que quedan tantas islitas (a cientos) griegas, repletas de encanto, buen precio, rusticidad natural.
Ahora mismo la costa española se ha convertido en una residencia de ancianos ingleses, Ibiza es un patio de recreo de pastilleo y ruidos insoportables, Mallorca se mantiene mal que bien con los alemanes y sus visitas de la realeza española, Menorca se nutre de los catalanes y mientras paguen les permite que se hagan la ilusión de que la isla es suya.
Pero las Baleares hemos salido del circuito.
El camino que ha escogido nuestra derecha (y ya veremos la izquierda) es un desarrollismo caótico.
Precisamente lo contrario de lo que se necesita. Y todavía no hemos escarmentado.

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