domingo, agosto 26, 2007

Descompensados


Antes de salir pitando de Ibiza, aproximadamente en 1997, yo fui detectando indicios de que en la isla se estaban acercando grandes cambios. Todo está lleno de señales, indicios, sugerencias.

No es cosa de crear una sensación de catastrofismo ni de alarma terminal, como haría un buen paranoico, pero es de tontos no aprovecharse de estas indicaciones.

Es evidente que yo soy sólo un aprendiz de payés, de paranoico, de chamán, pero no ando sólo este camino. Mucha gente se da cuenta y me lo explica.

Supe de las primeras culebrillas, de la huelga de culo de las gallinas ponedoras, supe de las mermadas abejas y de la proliferación monstruosa de ratas (por tierra) y de gaviotas (por aire).

Cavilamos nosotros todos juntos sobre las posibles consecuencias de la salinización de los acuíferos de las islas: Que Ibiza hubiera sido durante dos mil años el proveedor de agua dulce a todas las barcas del mundo (Mare Nostrum) y de repente se quedara con las entrañas saladas… eso no podía ser buena señal. Melqart, dios de la navegación, nos enviaba un primer mensaje.

Nadie hizo mucho caso, siguieron creciendo las colonias de gaviotas y hemos seguido depositando miles de toneladas de materia orgánica en nuestras costas, que hay que sumar a los miles (quizás millones, ya no calculo, da igual) de aguas asalitradas procedentes de las plantas deseadoras.

Un panorama del desfase. Una fábrica de problemas. Un montón de desfases, eso es la Ibiza de hoy. Y lo sabe todo el mundo.

Solucionas o parcheas un problema y creas otros tres inesperados. Por eso es tan difícil mover el pie izquierdo sin pisar al vecino con el pie derecho. No cabemos.

Y estaba en éstas, cuando me entero de que el mar ya está harto de tanta mierda. Tendrá que defenderse ¿no es cierto? Y nos manda lechugas de mar y nos manda medusas de mar y nos manda mar, mucho mar. Y muchas lanchas y catamaranes que chocan.

En tierra, hasta el tomate se siente intoxicado. Pero ¿es qué nadie va a prestar atención?


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