miércoles, junio 13, 2007

Los comandos corsarios de Narbona


Si usted va con su barquita y se encuentra en algún sitio con un banco de amenazadoras medusas, coja un número de teléfono gratuito (debería estar expuesto en los clubes náuticos y puertos deportivos) y llame a la ministra Cristina Narbona.
Ella mandará a sus chicas a que limpien el horizonte y los fondos.
Esa es la idea: la ministra y el Ministerio de Medio Ambiente, en presunta colaboración con las comunidades autónomas, quiere articular unos comandos detectores en los cuales cualquier patrón de un barco de recreo puede colaborar. Sólo ir avisando.
La fase dos consistiría en mandar a los pesqueros o a las lanchas especializadas a recoger con redes la masa muscular y filamentosa. ¿Y filamentosa? Pues no, los filamentos se desprenden al menor contacto con la red.
Si la recogida de celentéreos se hace a menos de cien metros de la playa, se consuma la tragedia, pues durante horas irán llegando las hilachas urticantes a la zona de baño y, al no ser detectadas visualmente, van descargando sus tóxicos en la piel del bañista o de la bañista, como diría bárbaramente Ibarretxe o un moderno de Iniciativa de Progreso al Cambio y Regreso a la Revolución.
Los ecologistas ya hace tiempo que avisan de la progresiva e imparable infestación de medusas en el Mediterráneo occidental (y en el oriental también, al menos hasta Grecia). La plaga aumenta y las razones son muy conocidas.
Por una parte las aguas del mar han subido de temperatura y existe menos aportación de torrentes y ríos. Pero además, una vez generados por las condiciones climáticas, se desarrollan sin la obstrucción ni la competencia de sus depredadores directos (delfines, tortugas, atunes, etc.). Y hay comida en abundancia, porque los boquerones y las sardinas que compiten por el zooplancton están siendo esquilmados por los pesqueros.
O sea, que hemos hecho muchas cosas, pero ninguna bien hecha ni en la dirección correcta.
La solución mecánica de arrastrar a la masa de medusas hacia el interior, o sacarlas y secarlas es puramente provisional y muy poco eficaz. Es un parche coyuntural, como casi toda la política.
Ningún político piensa más allá de los cuatro años de su mandato. Casi lo mismo ocurre en la Unión Europea, que falla estrepitosamente en sus políticas mediterráneas de seguridad, pesca y ecología.
La solución ha de ser global y a largo plazo, es decir, no hay solución. Ello implica unos gastos enormes, unas pérdidas irrecuperables en el turismo. Ya sólo nos faltaba eso: sin turismo, España se especializará en rocíos, guitarras, nacionalismos y virolais. ¡Qué bien, hoy comemos con Isabel!

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