Hemio Michel ya pintó la destrucción de Ibiza hace al menos treinta años.
Había nacido el 24 de noviembre de 1936 y ha fallecido (el 24 de mayo) en la ciudad de Hamm, donde vivía desde que abandonó Eivissa ya en los años ochenta. Los dolores le impedían cualquier tipo de ejecución compleja. Uno de sus últimos trabajos más creativos fue una visión de la historia de Ibiza a través de sus barcos, que me entregó con la ilusión de que yo escribiera unos textos para acompañar. Cumplí parcialmente la promesa, pero ahora me veré obligado a culminarla.
Había nacido en Frankfurt-Main y en 1958 acabó sus estudios en Bellas Artes decorativas, dibujo, ilustraciones, etc. La ilustración de libros fue uno de sus campos preferidos y donde podía explicarse mejor, tanto por los tamaños como por el concepto mismo, pues Hemio trabajaba mucho con los conceptos. Era un dibujante, no un plástico que trabaja con los valores visuales de la plástica y de la composición.
Era un poco más viejo que el batería Axel, pero pertenecía a esta generación de alemanes cordiales, dulces, amables que llegaron a Eivissa y absorbieron el carácter sereno y pausado del Mediterráneo. Como ellos, podríamos mencionar a Egon Neubauer, que también vivió en Sant Antoni, al mismo Axel, a Hans Laabs, Erwin Bechtold, Micus, Will Faber... son o fueron espíritus muy receptivos que viven, comen, caminan y se visten como los ibicencos. Nada que ver con la avalancha de alemanes con pinta de macarra, prepotentes e insoportables (igual las mujeres que los hombres) que inundaron la isla a comienzos de los 80.
Antes de llegar a Eivissa trabajó en distintos proyectos, ilustrativos y decorativos, entre otros con Samuel Bronston o con el director teatral Enrique Llovet (Madrid). Aprovecha para viajar y conocer parte de Europa, hasta que conoce Eivissa en 1962. Parece que la isla le atrapa y se queda. En 1963 ya exponía en la galería del húngaro Mishka -otro personaje que tuvo una gran actividad en Sant Antoni en los años 60-- conocida por Buda. No piensen en el personaje hindú, sino en la palabra húngara Buda/Pest, los dos flancos que dan nombre a la hermosa capital de Hungría.
Da un poco de pena conocer los orígenes internacionales de Sant Antoni en los sesenta, prolongación de una gran actividad en los primeros cinco años de la década de los 30. Hemio Michel siguió exponiendo en España y en Alemania, y cumpliendo muchos contratos de ilustración. Este era su puente fuerte: dibujaba con una gran facilidad y podía imaginar las situaciones más impensables.
Cuando llenó el paisaje de Cala Tarida o las Platges de Comte de grúas y de bloques de apartamentos le llamaron exagerado. Hoy, la realidad ha superado aquella visión premonitoria.
En 1977, Eivissa ya comenzaba a perder fuelle. Exponer resultaba incómodo y difícil. El mismo Sant Antoni ya se estaba sumiendo en un callejón sin salida, con un crecimiento ascendente que no hacía presagiar nada bueno.
Los artistas se han de adaptar y así fue como la tertulia de varios amigos cristalizó en una agrupación sin más pretensiones que facilitarse el ritmo y los contactos de exposiciones. Eran el ibicenco Antonio Hormigo, que ya se dedicaba íntegramente a la talla de madera. Ya estaban naciendo esculturas muy interesantes. Antonio había recogido el testigo de su padre y con el paso de los días decidió abrir su taller y dedicarse a la escultura. Fue una decisión valiente, siempre apoyada por su esposa Carmen, una mujer de un hermoso carácter muy resistente.
Paco Torres era un gaditano que había llegado a Ibiza con su esposa, María Martín, como pareja de baile flamenco. Y se quedaron. Abrieron su academia de baile, pero Paco siempre quiso significarse como pintor. Era su gran meta personal. Y logró pinturas, unas pinturas abstractas muy ricas en mancha y en color, de un gran nivel.
El tercero era Bert May, un pintor de Colonia de hermosa melena blanca. Tocaba muy bien la guitarra, y cuando pudo, no dudó en residenciarse en su casa de campo en Sant Antoni, junto a su esposa Isabel. Las pinturas de Bert eran, en general de factura figurativa muy cálida y fácil de captar. También podía realizar hermosos abstractos, siempre con calores cálidos. Paco y Bert eran los pintores.
Pero Hemio Michel era el dibujante, el gran dibujante, aunque él quería darles una textura pictórica. Pero en general se conformaba con iluminar los dibujos. Esa era su fuerza y su debilidad. Unos dibujos magníficos, por los que cualquier editor pagaba buenas sumas.
Me entero pasadas unas semanas de su fallecimiento. Lo siento y me uno al sentimiento de Inge Brockhaus-Michel y de Marc Michel.
Todos los amigos que dejó en Eivissa nos unimos en este momento. Hemio Michel aportó generosamente sus saberes y ayudó no poco a levantar la deteriorada imagen de Sant Antoni.
Aquellos cuatro artistas (Bert, Hemio, Paco y Hormigo) mantuvieron encendida la candela en años muy bajos de Sant Antoni. Nuestro agradecimiento y nuestro recuerdo, amigo Hemio.
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