Pero no. Afortunadamente parece tener pocas ideas, pero las que tiene son aterradoras. Ya empezó su carrera de vedete, en palabras de su progenitor, pregonando las bonanzas estéticas de los bulevares de Bruselas.
En Bruselas serán bulevares, aquí no son otras cosas que avenidas o paseos o vías. Qué manía con emplear palabrejas vikingas para decorar el porte del burro.
(Por cierto, Lurdes Costa ¿qué vas a hacer con respecto al nombre del bulevar?)
Pues no, no dimite ni entiende el alcance de sus autopistas: le va la marcha. Es más, le da risa la simple idea de que le pidan la dimisión. Y en esto yo le doy la razón: ¿de qué va a dimitir? De consejera en el gobierno del Consell ya la han cesado los votos de los ibicencos. Y de consejera en la oposición no puede dimitir porque no ha tomado posición de la carga.
Me recuerda a Alfonso Guerra, domesticado y calladito a la hora de votar sí al Estatut de Cataluña. Una periodista le preguntó a pie de calle su opinión sobre la dimisión de Miguel Sebastián (este bicho que quiere meter en España diez millones de inmigrantes más).
Y Guerra no pudo reprimir su naturaleza sarcástica:
-- ¿Dimitir de qué? ¿De qué ha dimitido Sebastián?
Lo mismo puede decirse de Stella, que pasará a la historia por haber dado la gran puñalada al turismo de Ibiza y a la integridad de la isla. Nunca lo había dicho así, porque yo responsabilizaba a su progenitor, pero veo que Stella ya es mayorcita y que le gusta asumir responsabilidades.
De manera que pasará a la historia por este sentido del humor: ¿Dimitir yo? Uyy, qué risa. ¿Autopistas? Son bulevares.
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