sábado, octubre 06, 2007

Y ahora una novela sobre Bayo


Si se trata de decorar la biografía de Alberto Bayo Giroud con aires nebulosos y legendarios no hacía falta esta novela, ya se cuidó bastante el propio personaje de justificar sus peripecias y sus presuntas gestas.
Nació Bayo en Cuba en 1892 y regresó a morir a La Habana en 1967. En el ínterin tuvo mucho tiempo de haber dado papeles y documentos a la investigación para clarificar la torpe campaña de 1936 en Ibiza y en Mallorca.
Torpe es poco; fue un desastre: no cumplió ninguno de sus objetivos bélicos, estratégicos, ni pudo contener el mando de la plaza, y por si eso fuera poco dejó a su paso un reguero de sangre incompresible y se vio obligado a entregar una abundante cantidad de armamento que el enemigo después supo aprovechar.
No dudó en publicar `Mi desembarco en Mallorca´, un libro autoexculpatorio, y en suma sin apenas valor testimonial ni documental.
No sólo perdió Ibiza, es que a su salida, aunque él no estuviera ya físicamente en la isla el 13 de septiembre, dejó una atrocidad que supera la famosa incursión de Guernica. Un balance que sobrepasa en mucho el centenar de muertos en apenas un mes, con la apoteosis final del Castillo. Todavía nadie ha explicado en su temerario afán de hacer memoria qué ocurrió aquel trágico atardecer de genocidio.
Ahora Luis Díez, periodista, publica la biografía novelada de Alberto Bayo. De Cuatro Vientos a La Habana pasando por la Gran Vía madrileña, dice.
Sería interesante saber los conocimientos de este militar en la guerrilla, aunque se sabe que estuvo implicado en Nicaragua, Costa Rica y Guatemala y que Fidel le nombró general, lo cual no significa nada especialmente remarcable.
Acabada la guerra consigue escabullirse y lo encontramos de nuevo en México DF en 1955, «adiestrando a los guerrilleros de Castro que tomaron parte en la expedición del Granma».
En este texto de promoción (siempre la promoción, el autoelogio, la nebulosa confusión en torno a Bayo) se nos informa de que se autonombró el maestro en guerrillas del Che Guevara, lo cual tampoco estoy seguro de que signifique un elogio. Y que el Che le copió el manual del buen guerrillero, o que aquellos primeros cubanos en México llevaban unos trajes cosidos en una trastienda de la Gran Vía. Como vemos, todos ellos son datos que no indican absolutamente nada relevante.
Es más, nos confirma lo que ya sabíamos: la campaña de Ibiza fue una barbaridad; la de Mallorca un suicidio; las «enérgicas» dotes de mando eran inexistentes; su inteligencia militar, un cuento chino, y en todo lo demás, un perfecto ejemplo que ilustra el conocido aforismo de que «los generales mueren en la cama».

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