sábado, octubre 20, 2007

Después de las horas


Ya no nos fijamos, pero esto de after hours suena a algo muy tétrico. O quizás no, si soñamos en un más allá de las estrellas donde se funden las galaxias en un punto.
Metafísico estoy, asesorado al oído por mi artrosis genética y errática. Han hecho falta más de cuarenta generaciones de marineros mellados para llegar a estas alturas a descifrar los dolores de los cartílagos.
Y me gusta lo del after hours, aunque ya no voy. En años pasados, al final de temporada solía llegarme a la terraza brincona del Space para tomarme con Pepe Roselló unas calimas, en la barra, con vaso de cristal, pedaleando en el suelo al ritmo de Britney Spears.
After hours ya no queda nada, porque ¿qué queda cuando se han acabado las horas? Me encanta.
Los romanos ya destejieron la madeja, porque eran muy sabidos y porque copiaban a los griegos, que eran los buenos (ya podían, los muy cabrones mantenían la democracia para doscientos mil ciudadanos libres apoyados en dos millones de esclavos o ilotas).
Todas las horas hieren, la última mata, dice el latinajo. Mucho mejor expresado era el sereno aviso de la torre de la catedral: Ultima Multis.
Esto no significa que se multará a la última, sino que la hora que lees (ves, porque el reloj era de sol) es la última para muchos.
Esto intrigó mucho a mi elefante Walter Benjamin, que yo descubrí en Ibiza, cuando nadie lo sabía ni le hacía caso. Algo publiqué en mi Anuario en 1992 (ojo a la fecha) y lo titulé `Walter Benjamin en Ibiza´.
Pero la vulgaridad ha erosionado todo lo bueno que tenía Ibiza. Muchas cosas han desaparecido y está bien, cada época tiene su registro, sus medios y su tecnología.
Pero que ésta es la última para muchos no lo borrará ni ZP ni su educación para la ciudadanía, ni los cáusticos y peligrosos nacionalistas. Esto nos viene de Roma o de muy cerca, quiero decir de los sólidos autores fenicios, que dieron a la cultura occidental los primeros filósofos que registra la historia.
Yo pienso que los after hours debieran saberlo y somatizarlo: Después de los after hours sólo queda la muerte.
Puede ser una muerte pequeña (la petite mort), puede ser una sesión de sueño profundo o puede ser un relajo estirado en una hamaca de la playa donde tanta pasta te han sacado por el día. Pero después (after) de las horas no queda nada de provecho, aunque se pretenda prolongar la vida dentro de la actividad mediante tóxicos que alteran la percepción y la resistencia cordial.
Sí. La mejor manera de que la vida continúe es no perder jamás el horario, no perder el reloj y darse un parón de vez en cuando. Horario es horas vivas. Pero ya verán como todavía Agustinet encontrará reticencias.

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