Miedo a curarse, En 7 días, por Mariano Planells
Hace unos días leí una carta al director de nuestro Diario de un residente en Sant Jordi de ses Salines en el que venía a expresar su perplejidad por haber tenido que soportar durante toda una temporada los ruidos delictivos de una discoteca.
Digo delictivos porque una vez superados ciertos decibelios la actividad industrial continuada queda tipificada como delito en nuestro código penal.
Esto lo sabe todo el mundo, desde el dueño de la discoteca hasta el alcalde, las fuerzas de orden público y todo el sistema judicial en bloque.
Y sin embargo… año tras año repetimos en Ibiza la misma conducta suicida. Según mi teorema, Ibiza es un caos muy rentable (para unos pocos) y no se tiene que solucionar nada aunque se acabe el mundo.
Ya sabíamos de las deficiencias de las autovías, ya sabemos de los problemas de los taxis, de las hamacas, del ruido de las discotecas, del caos de los horarios. Cosa sabida.
Y una vez establecido el caos, puede tratarse de la mayor barbaridad, ya no se soluciona, porque es verdad establecida, porque es tradición o porque es rentable (para unos). Y jamás se soluciona nada.
¿Curarse? Por nada del mundo. ¿Solucionar los problemas? No, que perdemos dinero.
Lurdes Costa, Xicu Tarrés o Agustinet debieran tomar buena nota de que tomar el pelo a la gente que les ha votado (y veo algunos indicios poco tranquilizadores) no les saldrá gratis. Veremos.
Ahora se ha hecho correr la voz de que no deben restringirse los privilegios porque esto daña nuestra imagen turística, y si dejan de venir los clubbers, a ver ¿quién va venir?
En la misma afirmación está la explicación en su contra.
El turismo de cierta diversidad e intereses dejó de venir precisamente cuando el grueso de las actividades lúdicas se focalizaron en las discotecas y en la noche. En consecuencia el turismo que viene es el que va a las discotecas una vez se han descartado los que han huido acojonados por el ruidos, la droga, el vértigo y el terremoto