sábado, febrero 03, 2007

El etnocentrismo en las islas


Por mucho que uno lo recuerde no servirá para nada: en Ibiza nos miramos demasiado el ombligo y prescindimos con una facilidad pasmosa y preocupante de lo que pueda ocurrir en el exterior de nuestras fronteras naturales. Una vez llegamos a la costa, estamos en el finisterrae, el fin del mundo. Ya no hay nada más allá.
Lo digo porque sólo desde este ombliguismo, este mirarse sólo el ombligo o llamémosle etnocentrismo (mirar sobre y hacia el interior de la propia tribu sin ver nada más allá) puede explicar ciertas cosas. Los jefazos del turismo dicen, afirman y repiten como loros que Ibiza ha alcanzado grandes cotas de visitas turísticas. Bueno, pues no. Pero es que en todo caso no es por méritos de Ibiza, es porque han viajado más turistas. En España estábamos anclados entre los 55 y los 56 millones de turistas anualmente. Bien, en 2006 hemos sobrepasado un poco los 58 millones y no todo es mérito de los Portmany Boys. Sin quitarles el que tengan.
Ibiza está sumida en un pantanal del que no sé ya cómo saldrá, pero este es otro tema.
El otro día un compañero, con buen criterio y mejor experiencia, porque yo estoy en Portugal libando los aires atlánticos, remarcaba que Ibiza ha perdido una estación. Ibiza se está quedando sin invierno. Sí, querido, pero no sólo Ibiza. Todo el hemisferio norte, el Septentrión está asombrado por la fenomenología climática. En el hemisferio austral están en tanga disfrutando del verano, pero es que... en Berlín gozan de lo que llaman una `segunda primavera´. Roma es una capital más fría que la puñeta, pero este invierno está dejando que la alegría de las terrazas inunde las callejuelas romanas, cobrando una vitalidad más propia del verano o de la primavera. Se toma el capuchino en las mesas de fuera. En Moscú parece que el deshielo ha llegado mucho antes, se han dejado los gorros con orejeras y se puede pasear por la ciudad. Lo mismo ocurre en Londres, cuando no la inunda una pastosa manta de smog, de estas nieblas infernales que no parecen disiparse nunca.
Los osos no duermen ni con pastillas. Los cerezos florecen dos meses antes y las estaciones de esquí de Suiza, Francia y España se están arruinando. Las tiendas de ropa, acostumbradas a vender por moda, o sea por temporadas, ahora se encuentran con todo el stock sin vender.
Gracias a todo ello, hemos gastado poquísimo queroseno para la calefacción y el petróleo ha bajado ostensiblemente.
Ya no tenemos verano. Pero esto tiene que pasar factura por alguna parte.
Para Ibiza muy bien: algunos europeos quizás decidan a aprovechar su casa de la isla para caminar un poco entre los mastines de los vecinos. Pero otros se quedarán: si estoy bien en Francfurt ¿para qué me voy a mover?
En Nueva York florecen los cerezos de Central Park a mediados de diciembre. Como siempre el corresponsal se equivoca al pensar que los almendros y los cerezos florecen en primavera. Aunque habrá de todo, son frutales que florecen en pleno invierno.
Los hielos árticos se resienten, la temperatura media ha subido cuatro grados. Los osos polares se ahogan al tener que nadar grandes distancias. Los grandes glaciares se están fundiendo y los hielos eternos se resquebrajan.
No cabe ninguna duda de que el clima es caprichoso, pero tantos cambios en todo el Planeta sólo pueden indicar que estamos en pleno proceso. Y como dice James Lovelock, el autor de la teoría Gaia, no estaría mal en pensar en construir centrales nucleares para poder disfrutar de la mínima energía necesaria. Y limpia, aunque sea muy impopular.

Diario de Ibiza
, 3 de febrero, 2007.
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