sábado, enero 20, 2007



Las plantas son la vida


Una vez que has vivido, has viajado, has mirado y has estudiado un poco, podrías definir con precisión y con exactitud el lugar y la época donde te encuentras.
Porque las plantas no sólo son la vida, sino que nos explican en el universo. O en el microcosmos donde vivimos. No hay reglas fijas ni definitivas, porque el ser humano es un ser adaptable. Sobrevive por su capacidad de adaptación. Pero en lo que se llama un hábitat o un nicho ecológico, se establecen unas relaciones de jerarquía que no pueden saltarse en vano.
Pongamos unos ejemplos: Si desaparece de un bosque un determinado tipo de frutos, es probable que alguna colonia de murciélagos, pájaros, primates u otros mamíferos se trasladen de lugar; al hacerlo, dejarán el sitio libre para el desarrollo anormal -por inesperado- de otra especie; si desaparece la hierba de la sabana, los rumiantes deberán recorrer distancias inmensas, con lo cual arrastrarán a los depredadores superiores tras ellos. Etcétera.
Bueno, pensando en esto, yo me reto a mí mismo para no aburrirme (y el Diario de Ibiza podría hacer un concurso fenomenal para escolares, aunque es un tema difícil) en cómo sería un campo de secano, de riego o una zona forestal en tiempos de los fenicios. O de los romanos.
Cuando dicen que incendiaron la isla (sobre todo a los romanos, vándalos y catalanes, les encantaba incendiar; pero no sólo a ellos, esa maldad no es exclusiva de nadie) ¿se refieren sólo a las casas o es que había extensas áreas de bosque? Bien. Desde tiempos de los romanos pueden detectarse este tipo de incendios que arrasaban globalmente una colonia, una unidad familiar, una alquería.
Otro reto, al que invito a los jubilosos jubilados: ¿Por qué sólo Ibiza quedó postrada en la miseria del hambre, la peste, el paludismo y la piratería desde el siglo XIII, sin aprovecharse de las fabulosas importaciones del Nuevo Mundo, como ocurrió en Mallorca, Barcelona mismo y Valencia, por ejemplo? Estoy pensando en la patata, el maíz, el tomate y otras cosas.
Llega un ejército peninsular en 1235, desmenuza una organización social y económica, roba las fincas a sus dueños legítimos y sobrepone unas leyes que conducen Ibiza a una postración espantosa.
Nada más llegar, encima contagian la peste a los pocos supervivientes que quedaron. La peste acabó de despoblar las islas. Ya en el siglo XV, los señores (que habían robado las fincas a sus dueños) obligan a sus pobres esclavos catalanes a trasladarse a Ibiza, engañándoles con una Carta de Población plena de derechos. Muchos derechos, nada de comida, enfermedades y frecuentes ataques de los moros (que por cierto, eran en su mayoría los españoles e ibicencos que habían expulsado los católicos reyes y siguientes).
Barcelona, Sevilla, Inglaterra, Francia, mal que bien, comían. Pero Ibiza se moría literalmente de hambre. Ni trigo para sembrar, ni medicina ni seguridad.
De Cataluña venía cada año el visitador espiritual a cobrar los impuestos (en general el diezmo o décima) a una gente que no tenía pan para llevarse a la boca ni recibía ayuda de su señor para defenderse de auténticas flotas de piratas que tenían Ibiza, El Espalmador y Formentera como su base.
Un misterio: mientras Inglaterra, Alemania, Francia, Italia, España se salvaban de las hambrunas gracias a cultivos (más adelante) como la patata, Ibiza tendría que esperar hasta bien entrado el siglo XVIII para iniciar una lentísima recuperación.
¿Cómo serían las plantas y los frutales de la isla en el sigo XVI cuando atacaban los piratas casi semanalmente en algún punto de la isla?
Totalmente distintas. Hoy no podemos ni imaginarlas.

Publicado en Diario de Ibiza, 20 de enero, 2007