sábado, enero 06, 2007


De cuando Talamanca se tragó a Cioran

Se ha dicho de él que ha sido uno de los filósofos más leídos y apreciados en España durante la segunda mitad del siglo XX. Más aún: Junto al místico antropólogo Mircea Elíade y el dramaturgo Ionesco formaron una de las tríadas rumanas más excitantes de la cultura europea. Cioran murió en 1995, pero cuando estaba vivo se murmuraba en París que los dos mejores escritores franceses eran Milan Kundera (que es checo) y Cioran (que era rumano). Hoy quizás ya no podría afirmarse tan alegremente este insolente aserto sin incluir a Arrabal (que es español) o a Michel Huellebecq que es de donde le apetezca ser.
Lo cierto es que Cioran se pasó la vida hablando del suicidio, para acabar muriendo tan tranquilo a los 84 años. Pero la idea de que podía suicidarse cuando quisiera le ayudaba a sobreponerse y seguir viviendo bajo la ficción de que era el amo de su propio destino.
Llamarle filósofo suele irritar a muchos pensadores. Llamarle escritor tampoco satisface a todo el mundo. Redactaba sus greguerías, sus frases, en forma de pequeñas píldoras, venenosas según algunos, bajo un clima de sinsentido y de absurdo existencial.
Era como si destilara en sus interminables insomnios una fórmula sentenciosa, para lo cual le iba muy a mano la lógica del francés, pues se negaba en redondo a escribir en su lengua materna, el rumano. En francés componía una frase racional, químicamente elaborada, en la que el ser humano es un simple monigote en un universo donde la historia siempre termina mal.
Se declara pasivo, reumático, obsesivo, irresponsable hasta la enfermedad, insomne incurable y a menudo exangüe, fracasado, sin deseos de lidiar con el futuro.
Vino a Ibiza en 1966, pero yo tengo la intuición de que antes ya había estado aquí al menos una vez. Durante el verano (julio-agosto) abandonó sus inseparables `Cuadernos´ en su casa de París. Nada más llegar comenzó a apuntar sus molestias, fobias y dispersiones varias.
¿Cómo pudo un tipo insomne, con los ojos hinchados, los nervios deshechos y la paciencia al límite soportar las calimas húmedas de Ibiza? De ninguna manera. A las pocas horas ya estaba renegando de todo, así que el 31 de julio escribe:
«Esta noche, sobre las 3, completamente despierto. Imposible seguir más tiempo en la cama. He ido a pasear por la orilla del mar, acompañado de los más sombríos pensamientos. ¿Y si me arrojara desde lo alto del acantilado? He venido hasta aquí por el sol, y yo no puedo soportar el sol».
Pero se sobrepone. No sólo eso sino que una profunda crisis parece conducirle a un callejón sin salida. Es una de las pocas veces donde concreta que estuvo a punto de lanzarse al vacío mientras se embriagaba con el vértigo, el insomnio y las emanaciones pálidas de la luna, que en Ibiza pueden ser acuciantes.
Fuera lo que fuera, de la larga crisis salió porque toda su vida fue, de hecho una larga crisis. Morirse a los 84 años casi es una falta de respeto para sus devotos lectores.
Pero es cierto que una de estas noches le dejó marcado para siempre y tanto es así que parece que en adelante desechó la idea de practicar el suicidio, aunque siguiera con sus monsergas teatralizadas.
Nada más volver a su apartamento de París anotó: «Tendré que decidirme de una vez a escribir La Noche de Talamanca, proyecto que he abandonado vergonzosamente».
¿Por qué vergonzosamente, por el pudor del suicida frustrado? ¿Por qué una noche en Talamanca cuando casi pasó un mes seguido sin poder dormir?
Lo que nos temíamos: Los acantilados de Talamanca casi le tomaron en serio la palabra y cuando descubrió que los cuerpos se caen hacia abajo le entró tal canguelo que quedó sanado para siempre.
Quien quiera leer a Cioran en sus notas de Ibiza puede hacerlo en `Cuaderno de Talamanca. Ibiza (31 de julio-25 de agosto de 1966). Pre-Textos. Valencia, 2002.