Cada vez que me propongo tocar el tema de la pobreza, encuentro una excusa para levantarme y no comenzarlo. Lo haré después, pienso.
Yo no debiera necesitar datos para hablar de la pobreza porque la conozco de cerca, y como yo muchos ibicencos de mi edad. Y todavía la han visto de más cerca los que pasan de los cincuenta años.
En realidad las frases de los políticos nos engañan porque nosotros mismos queremos engañarnos. Nos cuesta comenzar a pensar en términos de necesidad, en términos de pobreza, cuando todo el ambiente rezuma ostentación, lujo, ocio, vicios, exuberancia, presunción.
Pero todo esto es falso.
Ibiza tiene una cara oculta (como la tienen Barcelona o Sevilla o cualquier otro sitio) muy agravada por la incidencia alarmante de las toxicomanías.
La sociedad ibicenca ha fracasado en su intento de explicarse y de mostrar el camino a sus hijos: caemos demasiado en el alcoholismo, en la dependencia de las drogas.
Otros simplemente han caído y no han podido, no han sabido o ni siquiera han intentado volver a coger el tren. Cuando hablamos de pobres de solemnidad decimos que «fulano está colgado o que está tieso». Bueno, bien, en realidad se han descolgado y ya no levantan la mano para agarrar el asidero.
Yo leo la página del Diario de Ibiza del 3 de mayo, caramba, que ya debiera haber trabajo para desbrozar jardines, pintar muros o arreglar terrazas. Pues no: entre 200 y 300 pobres que no tienen techo, ducha, ropa de repuesto, habitación ni nevera. Han de ir a comer al asilo o lo que haya.
Pero ¿qué hay? No me suena que haya gran cosa. Está Cáritas.
Ahora hay mucho progre descerebrado que critica a los militares y que critica a la Iglesia, seguramente sin haberse parado a pensar en las miles de personas que se dejan la piel trabajando en asilos, en albergues, en seguridad, en misiones como enfermeras o cuidadores.
La misma Cáritas es un ejemplo de trabajo de gran importancia social. Deberíamos pensar en Cáritas cuando nos sobren mil euros, como hizo el escritor Mariano Villangómez en su testamento, que les dejó una pila de millones, si recuerdo bien (lo leí en la prensa, de lo contrario no me atrevería a recordarlo).
Pues bien, Cáritas también es Iglesia, testimonio, presencia. De modo que además de las gracias no debemos ser timoratos en el elogio, porque cuando hay algo criticable también se le sacude. Un trabajo esencial, social, y por lo visto imprescindible. Aumentarán los pobres, crecerá la cifra. Ahí estarán estos voluntarios acogiendo, escuchando, auxiliando. Obras son amores.
Publicado en Diario de Ibiza el 25 de junio 2008