miércoles, noviembre 28, 2007

Valoramos el turismo, destrozamos la tierra

Cuantas veces se les ha preguntado a los ibicencos su valoración por la actividad turística siempre han contestado muy positivamente. De todas las Baleares, los ibicencos son quienes más valoran el turismo y también el modelo.
¿El modelo? Tengo ante mí un breve recorte con las conclusiones del último informe Gadeso. Mejor dicho, un sondeo. En él se valora el turismo, pero se ve mucho peor que hace dos años el modelo turístico.
Cuando salió este informe en la prensa no le di importancia, porque de todas formas el turismo es algo que está ahí desde hace cincuenta años y es la única actividad que nos mantiene con un cierto nivel de vida.
Pero ahora veo que Ibiza y Formentera (¿las pongo juntas o no? ¿todavía no habéis dado el derecho de autodeterminación a los formenteranos y la consiguiente independencia?) dispondrán de más de mil millones de pesetas para promocionarse.
Una barbaridad, cuando la mejor promoción es emplear estos 6,8 millones de euros arreglando las aceras, las jardineras, las paradas, la limpieza, el asfaltado, en suma arreglando todo aquello que hace calidad de vida. La calidad de vida no nace, se hace.
Este es el caso: valoramos el turismo, pero destrozamos el lugar donde se sustenta.
La mejor forma de promocionar Ibiza es cuidar el territorio, sin ambages, sin matices, sin excusas, sin tonterías, sin tregua. Yo no digo hundir todo el presupuesto en un pozo sin fondo de servicios sociales (que por otra parte contribuirían a llenar aún más de necesitados procedentes del Magreb, de Valencia, Alicante, etc.). Pero sí emprender obras, aunque sean de envergadura y que sean duraderas, si no pueden ser perdurables.
Cuando decimos que apoyamos el modelo (aunque cada vez menos) y valoramos el turismo, ¿por qué no vamos un paso más allá y deducimos que el turismo que viene no depende de la campañas, sino de nuestra presencia y de nuestra calidad?
Ya nadie o casi nadie compra un billete a Ibiza o a Corfú por un díptico que le da una azafata en Londres. Quizás sí a un pueblito de Bolivia o de Marruecos (se está vendiendo muy bien la costa marroquí, por cierto, y me refiero a vender pisos, apartamentos y terrenos. Consúltese en Internet).
Pero dejará de comprarlo si tiene que llegar a su habitación sorteando chorizos (muchos de ellos argelinos), pisando vómitos o cristales o peleas, aunque los hayan provocado ellos mismos.
Tampoco es necesaria ninguna campaña para seguir atrayendo turistas en julio y agosto. No sólo sobran, sino que nos cuestan dinero.
Nada nuevo bajo el sol y aquí hacen falta cambios. De verdad, y ya llegan muy tarde.

Regreso a Mariano Digital