El urbanismo es la única materia importante, es el eje central de todas las políticas y el objetivo de todos los políticos. Lo ha sido siempre, pero en las últimas décadas quedaba mucho espacio libre y la situación no levantaba alarma.
El urbanismo es una ciencia y un arte, mediante el cual se intenta agredir al paisaje sin convertirlo en enemigo. Es una forma de gestionar racionalmente el espacio para valorar sus ventajas y anular sus inconvenientes. Es una proyección del hombre sobre la naturaleza y sobre el espacio.
No es una ciencia vieja, al menos como corpus teórico. Cuando Le Corbusier, Walter Gropius y otros hablaban de ordenar el espacio para la vivencia y la convivencia del hombre, muchos arrugaban el entrecejo. De hecho, las grandes ciudades europeas tuvieron que esperar al final de la II Guerra Mundial para emprender políticas de saneamiento, de pura higiene y de consolidación de los espacios públicos y libres.
Es decir, casi al mismo tiempo en que Ibiza comenzaba a recibir los primeros beatniks, elefantes y escritores, tras la penosa posguerra civil y posguerra mundial. Hablo de comienzos de los cincuenta.
Claro que antes hay precedentes, autores y arquitectos importantísimos (pienso ahora en París, Barcelona, Buenos Aires, etc.) pero yo me refiero al urbanismo como sentimiento asentado y aceptado casi universalmente.
Pero héteme aquí que ya no queda espacio. Prácticamente no queda espacio para interactuar.
Siempre cabrá otra urbanización, pero si miramos el panorama a nivel global, sólo hay que anotar las dificultades que tiene la Administración para ubicar una simple planta depuradora. Ahora piénsese en un matadero industrial, cementerios, plantas de transformación, cementeras, hormigoneras y alquitranes, grandes depósitos o basureros, cárcel, hospitales, etc.
Nos hemos quedado sin espacio; no queda espacio; esto no se sostiene.
Podríamos decir que tenemos poco espacio, pero menos mal que al menos tenemos levantadas y construidas las grandes infraestructuras que nos deben sustentar los próximos 25 años.
Pero sabemos que no es cierto. Pierden el tiempo parcheando Vara de Rey, promulgando moratorias inútiles o rescindiendo las licencias a cinco urbanizaciones. Esto no sirve para nada.
No están siquiera construidas las infraestructuras mínimas. Las plantas depuradoras revientan; las nuevas ni siquiera se han iniciado. El puerto de es Botafoc ahora es un muerto que no sirve para nada; las carreteras significan más problemas que ventajas; los hospitales se han quedado pequeños. El puerto deportivo de San Antonio ni se ha comenzado. Las estaciones marítimas se retrasan. En fin. Dejo la lista abierta: urbanismo.
Regreso al blog principal