sábado, noviembre 24, 2007

Juanito


Desde lejos de Ibiza todavía sientes más la desaparición de los personajes que han ido tirando con el siglo. Siempre me decía Paco Verdera que cuando fallece alguien tan arraigado en las cosas de las islas es como si amputaras una rama importante del árbol. Desde aquel 1972 muchas veces he pasado por estas horcas caudinas de la amputación, de manera que con la edad aprendes a querer con desprendimiento, valorando al romano modo la sobriedad de la vida efímera.
Ya me propuse hace muchos años no escribir obituarios. De lo muerto no vale la pena escribir, mientras nos quede tanto que hacer con la vida. Ocurre sin embargo que estos personajes tan longevos y activos -como Juanito de sa Fonda Formentera- impregnan con su lenguaje las presencias y las ausencias. Las palabras y las cosas adquieren siempre un nuevo significado.
Algo que hubiera encantado a Cleopatra: Se está vivo mientras alguien te recuerda.
A mí me sirvió de puente entre la generación anterior (rarita, muy afectada, un poco enferma, pero cualquiera no) y la avalancha exterior. Así, Juan Tur Ramis (o Joan, aunque en Ibiza todos le conocemos por Juanito) estuvo en su atalaya portuaria privilegiada y mantuvo encendida siempre la luz de entrada.
Ibicencos traumatizados por la guerra, escarmentados por la posguerra, jovenzuelos más curiosos de lo debido (los míos), numerosos escritores y elefantes, pintores y muchos hippies, turistas o viandantes de paso... todos, todos ellos pasábamos por el faro de la Fonda. Fue bar, fonda, restaurante, consigna, oficina de información. Todo.
Así que hablar de Juanito es hablar de la vida. Lo sabían los viajeros: cuando llegues al puerto, párate un rato con Juanito y te reorientas, te informas y te preparas la ruta. Décadas y décadas avalan esta presencia.
Su atalaya parece un imán. Atraía a gente diversa, incluso a las bombas de la aviación incivil de la guerra (cayeron a pocos metros).
Aparte de su propia vida personal, repleta de anécdotas y firmes decisiones, siempre intentó ir por delante de la mediocridad política de aquella España estancada.
Pero todos somos fruto de nuestro tiempo y cuando llegó el momento de la floración (1975 en adelante) prefirió el trabajo discreto de equipo, el trabajo de almacén. Sabía que ya había tomado el relevo otra generación.
Mantuvo hasta el final sus creencias socialdemócratas, sin querer cerrar los ojos a los desmanes de algunos momentos de aquel socialismo que se propuso modernizar España y casi nos dejó al nivel de la peor Argentina.
Conversábamos, discrepábamos a veces, pero siempre te ibas a casa con la seguridad de que haber compartido un rato con Juanito había valido la pena. Ya lo creo.
Con Dios, amigo.

(Foto por gentileza de J.A. Riera, Diario de Ibiza)

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