Los ingleses son raros, excéntricos, peculiares, un poco locos, bastante gamberros, pero de marketing saben un rato largo.
Llevan como mínimo desde 1960 vendiendo toneladas de porquería al mundo entero y nadie ha cuestionado la calidad de su diseño, moda, música o gadgets. Hacen mucha música malísima, horrorosa, vomitiva. Venden a Johnny Rotten como un genio del rock, pero Juanito Podrido sólo es otra broma más de los productores. Sex Pistols y los ultimísimos artistas son igual de estériles y poco creativos.
¿Trainspotting? Lumpenproletariat de los arrabales de las principales ciudades: incultura, ignorancia, droga, violencia y penalidades.
En moda hace décadas que han perdido el tono, la medida y el norte, a pesar de lo cual se permiten vender con sus revistas y cadenas de televisión toneladas de auténtica basura, al lado de otras cosas válidas.
Simplemente con la palabra Underground (Metro) popularizaron el tubo en todo el mundo. Y la ciudad. Con una sola Mary Quant y unos Beatles parece que tienen la patente eterna del concepto de vanguardia y se sabe que no es así, sino casi lo contrario.
Ya hace décadas que exportan violencia, matonismo y hooligans por todo el Mediterráneo. En esto no tienen la exclusiva, pero tienen una gran calidad en sus bestias y matones. Les han expulsado de los campeonatos de fútbol, les sacude la policía de toda Europa, se lanzan desde el balcón o se estrellan en Ibiza... parece que les da igual. Después las madres inglesas, desconsoladas lloran a destiempo lo que no supieron (y es difícil) inculcarles a tiempo y echan la culpa a nuestras carreteras.
Eurostar, el tren de alta velocidad que cruza el túnel del Canal de la Mancha quiere conseguir más turistas del continente. Y ha emprendido una campaña, que en Bélgica ha tomado dos líneas. En un cartel salen Margaret Thatcher, Tony Blair y Major.
Pero en el otro sale un cabroncete, un hooligan meando en una taza de té. Y tiene puntería.
En fin, a mí me caen bien. ¿Saben por qué? Por su sentido del humor, por su sentido del pragmatismo y porque si no pueden vencer al enemigo, se unen a él y lo desmontan.
Por ejemplo. Imaginen que nos devuelven Gibraltar y Zapatero nombra a Rosa Regás gobernadora del Peñón: cualquier catástrofe es previsible. Ante esta apocalíptica eventualidad es mucho mejor que Gibraltar siga siendo inglés. Sacan pasta incluso de sus gamberros
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