miércoles, marzo 07, 2007

El tabaco, un regalo envenenado de los indios


Imaginemos los efectos del primer tabaco sobre los pulmones de los ibicencos, muy escasos de proteínas, sin antibióticos (todavía no se habían descubierto; por cierto la primera vez que se aplicó la penicilina en Ibiza lo hizo el viejo médico Villangómez) y con pocas posibilidades en su farmacopea.
Al menos, el tabaco plantado en Ibiza no tendría la potencia destructiva del actual, porque tampoco se habían inventado los fertilizantes fosfatados, que son los que producen esta radiación de Polonio-210, entre otras sustancias cancerígenas y radiactivas, que son letales para el fumador y para quien está cerca.
La desdeñada nicotina no es cancerígena, pero es un alcaloide que únicamente se encuentra en el tabaco y es el agente que creo en el cuerpo humano una fuerte adicción al tabaco.
Se empezó a cultivar en las alturas de Perú y Ecuador, hace cinco mil años, pero cuando llegaron los españoles su uso ya estaba extendido por toda América, así que debieron quedar muy asombrados de aquellos largos cigarros que inhalados rítmicamente creaban una fumarola diabólica que salía de la nariz o de la boca.
No sólo se fumaba. El uso del tabaco estaba muy extendido como sustancia mágica en algunos ritos. Se esparcía en los campos antes de sembrar, se soplaba sobre la mujer antes de la relación sexual, se usaba como gotas en los ojos, los guerreros se lo soplaban en la cara antes de la lucha, se ofrecía a los dioses, se usaba (hombres y mujeres) como narcótico, se aspiraba por la nariz, se masticaba (como hemos visto en muchas películas del oeste y de piratas), incluso se comía, se bebía, se untaba sobre el cuerpo y en algunos casos se usaba como enema. Los nativos americanos supieron encontrarle numerosas finalidades funcionales, y no cabe duda de que la solanácea se las trae.
Los españoles debieron recolectar semillas enseguida y, como el resto de solanáceas se aclimató en el dulce clima de las vegas andaluzas, en Valencia. En Ibiza crece con una pasmosa facilidad. En las vegas del Guadiana y del Guadalquivir, así como en Granada, el tabaco era una parte importante de sus cultivos para la exportación y para el consumo interno.
Pero no fue tan fácil para los introductores de aquella droga. Seguramente fueron los primeros detenidos por tráfico de drogas, porque la autoridad tomó medidas. Rodrigo de Jerez y Luis de la Torre iban con Colón en 1492 y fueron los primeros en descubrirlo, y más les hubiera valido callarse porque Rodrigo fue encarcelado, acusado de pactar con el demonio aquella extraña efusión de humos que salían del averno.
Felipe II en 1559 ordenó sembrarlo en un cigarral en las afueras de Toledo. Allá no podía sembrarse nada, porque las cigarras arrasaban con todo. El tabaco floreció y parece que desde entonces se le llama `cigarro´ por haber vencido en el campo a las cigarras.
En Ibiza se introduciría desde Valencia, que es donde se han experimentado la mayor parte de plantas y técnicas que después medrarían en Ibiza. Pero eso es otra suposición mía.
Mi padre lo sembró para su consumo y el de algunos amigos hasta que los años lo vencieron. Quienes lo fuman, como el escultor Antonio Hormigo, hablan maravillas del tabaco payés ibicenco, tabac pota.
Naturalmente, cada vez son menos los ibicencos que se dedican a sembrarlo, aunque si es para uso propio es totalmente legal. Lo que no puede es exportarse o venderse a la Península, por ejemplo.

Publicado en Diario de Ibiza, 7 de marzo de 2007
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