Hay quien descubre el Mediterráneo varias veces al día. Incluso es lícito porque en el periodismo debes atraer un poco la atención. Cuando hablas de fenómenos evanescentes y sutiles, como por ejemplo el tiempo, el trabajo se nos hace cuesta arriba.
Nos ocurre con las medusas.
Siempre las ha habido, ha habido muchas y yo las he visto siempre en invierno. Naturalmente, a nadie se le escapa que la proliferación de medusas es impresionante. Llegan más, se quedan mucho más tiempo, permanecen, y ahora ya vienen en grandes manadas en cualquier fecha del año.
Cuanto peor va Ibiza en su calidad de vida, en su pureza de aguas y en su estropicio ambiental, más medusas, peores turistas y más accidentes y descalabros.
Tanto millón derrochado por atraer a los turistas y al final sólo vienen los peores y en las fechas punta (sí, julio y agosto). A los únicos que hemos sabido desestacionalizar es a las medusas.
También hemos conseguido unas mejoras en las carreteras que mantienen los embudos y los amontonamientos durante todo el día y en cada día del año. Las carreteras han dejado la isla destrozada para siempre jamás, no han solucionado el problema, ahora se matarán con mucha más comodidad. Pero hemos desestacionalizado los atascos: Todo el año los tenemos.
Hemos dilapidado fortunas en carreteras y en promociones turísticas para conseguir exactamente el efecto contrario al que se pretendía. O sea, los turistas durante dos meses y los atascos todo el año.
Las aguas del mar están sensiblemente más calientes, pero la composición de las aguas está alterada entre contaminantes orgánicos y las brutales aportaciones de salitre. Encima esquilmamos las tortugas, los delfines, los atunes o el pez espada. Resultado: Una deuda brutal y unas medusas furiosas durante todo el año. ¡Pues vaya!
Publicado en Diario de Ibiza, Suplementos, 25 de marzo del 2007