Los miles de pajaritos que se quedan pasmados en Ibiza para esconderse de las escarchas de enero que calan hasta los mismos huesos, hacen buen uso de la intensa floresta pinar que nos invade en estos últimos años. Para los pájaros quizás suponga un refugio acogedor, al menos para algunos, pero las Pitiusas tienen demasiados pinares, muy extendidos y muy sucios con maleza, musgos y bosque bajo. Una bomba de efecto retardado, porque en el momento menos pensado salta la chispa y prende de una manera incontrolable.
Por esto decía, que nuestras aguas muy revueltas y alteradas por la contaminación química, necesitarían muchas más hectáreas de posidonia, las mismas que podríamos arrancar en los pinares. Quizás tendríamos las mismas toneladas de biomasa, pero estarían distribuidas de una manera muy diferente y el funcionamiento ecológico global sería perfecto, al menos en principio. Lamento mucho que un estudio tras otro y todos sin excepción constaten la mengua de superficie de las praderas de posidonia. El CSIC lo ratifica una vez más en ses Illetes y en otras zonas. De hecho, sabemos que están bastante afectadas todas las praderas del litoral pitiuso, en algunos casos de forma muy alarmante.
No solo sirven para preservar los fondos de una erosión desatada, sino para formar dunas y para proteger las colonias de huevas y de especies que procrean bajo la protección umbrosa de estas plantas benéficas. Por si fuera poco, son una fábrica natural de fina arena y limpian y oxigenan las aguas del litoral. Casi nada.
¿Quieren un ejemplo los más jóvenes? Tanto en el puerto de Ibiza como en el de la Savina antes se veían perfectamente los fondos, con sus bancos de peces y sus rocas. Ahora el puerto de Ibiza da pena y el de Formentera está cada vez más turbio y revuelto. ¿Nos imaginamos unas aguas así en toda la ribera de la islas?
Hace un tiempo dije en broma –pesada– que de no conseguir contener la expansión del pino en superficie, tendríamos que echar mano de la diabólica oruga procesionaria, que es un enemigo temible para el pino. Primero se ceba en uno hasta que lo agota y lo deja sin vida y cuando esto ocurre van bajando por el tronco una detrás de otra formando una tétrica procesión en busca de un nuevo pino.
En El Maestrazgo castellonés pude ver un espectáculo temible: la procesión cruzaba la carretera de alta montaña y no se veía el principio ni el final de aquella hilera de muerte. En Ibiza y Formentera nunca las he visto desfilar, pero me basta con estos vasos blancos que son una trampa química con feromonas. Atraídas por el olor sexual, van cayendo dentro del vaso de plástico de donde ya no pueden salir.
Si se le ocurre jugar con ellas con un palito o con la mano, hay que saber que es una mala idea: son muy venenosas, incluso los pelos que desprenden pueden ir a las mucosas o a los ojos. Lo mejor es dejarlas en paz y enseñar al perro a no acercarse a ellas: simplemente perderán la vista o la lengua. La procesionaria no hace descuentos, es brutal. Dicen que el mirlo común de Ibiza se las traga con gula, pero quiero entender que es cuando están embolsadas, no cuando son adultas. Larga vida al mirlo, al herrerillo y al carbonero.