Víboras y culebras: desde finales de verano hasta finales de otoño, muchos ibicencos se encontrarán con el último recién llegado a la isla (o el penúltimo, puesto que ya lleva al menos dos décadas, como mínimo) y se sentirán tentados a ir jugando con los ofidios, como si fueran una sumisa mascota, cuando en realidad son bichos salvajes con respuestas de conducta imprevisible que puede acabar en la clínica.
Leo varios reportajes sobre las culebras, que hay que diferenciar de las víboras, en general venenosas. Es comprensible, la serpiente siempre despierta reacciones profundas, primarias, y en Ibiza no estábamos acostumbrados, pero desde la accidental reintroducción mediante los grandes troncos huecos de olivo, importados desde Cataluña y Valencia, estos animalitos ya son fauna común en Ibiza. Ignoro si ya se han detectado en Ophioussa (Formentera, isla de las serpientes).
Al menos desde el 2000, siempre pregunto por las culebras en los sitios peninsulares donde peregrino en busca del santo Grial o del santo vino tinto autóctono. En La Coruña vi perfectamente una culebrilla que se ocultó entre los arbustos a mi paso de caminante senderista. Me extrañó mucho, pues estaba en un precipicio que daba al mar Atlántico. Siempre habría pensado que los reptiles tienen tendencia a huir de los aires húmedos salitrosos.
En la alta montaña del Maestrazgo (Castellón) o en Albarracín (Teruel), los viejos me miraban extrañados, porque las serpientes son la cosa más común del mundo: nadie se extraña. Se extrañaban de mi interés. Lo mismo puedo decir de Andalucía o de Extremadura, donde son muy acosadas por millares de cigüeñas y algunas rapaces.
En la prensa peninsular no salen reportajes como en la pitiusa: que si una culebra está cabreada (claro ¿cómo estarías tú si un guripa te agarrara por la cola y te levantara en el aire?). Otra se enrosca bajo la madera de Can Marsá y curiosamente el periodista se siente impelido no sólo a dar la noticia sino a explicarnos que procede de un terrarium. Periodismo púnico. Contad hechos, chicos, dejad las teorías para Indiana Jones o para los columnistas de opinión que ya estamos acostumbrados a decir tonterías.
En realidad son culebras ibicencas que proceden de aquellas primeras que fueron importadas en los olivos. Nada de terrariums, donde como mucho se suelen guardar boas y especies exóticas (o así era antes).
No hacen nada, no son venenosas, explican otros. Claro que hacen algo, la simple mordedura puede causar destrozos serios y no son pocas las venenosas en España. Huelga decir que en Ibiza ya han llegado. Presumiblemente. No se alarmen, pero hay que saber las cosas.
La mortalidad por mordeduras de víbora oscila entre 3 y 8 anualmente. Así que mucho ojo. La culebra bastarda, la de herradura y la de escalera no tienen este potencial mortífero, pero cuidado con sus colmillos. En España hay tres víboras venenosas: la hocicuda, la áspid y la común o europea.
Las culebras comen ratones, lagartijas, pajarillos, por lo que los daños causados a las lagartijas (cazadas también por los gatos asilvestrados) son considerables.
Sólo nos queda esperar que nuestros erizos se las vayan zampando.