Hace ya al menos dos décadas que las serpientes campan por las paredes de piedra seca, con abundancia de huecos acogedores donde pueden desarrollar una intensa vida social y en las que además tienen el alimento a mano, como es el caso de las lagartijas y sus nidos. Las culebras son muy felices en Ibiza, porque en principio no tienen depredadores aéreos, como las águilas o las cigüeñas. Y los que tienen en tierra son temibles, pero se me da que andan sobrados de comida basura, bayas, huevos, bichejos. Así que las culebras se reproducen a una velocidad de vértigo imaginable en un entorno seguro y repleto de alimento a rebosar y a mano.
Pero que no se descuiden, pues es sabido y conocido el mal genio del erizo y puede ocurrir que en cualquier momento un erizo cabreado (y no hay nada peor) emprenda un feroz ataque contra las culebrillas. Al principio sólo irá a por las crías, pero el resquemor del erizo le inducirá a morder más alto. Y lo hará.
Esperemos que los erizos africanos, muy adaptados a Ibiza ya desde tiempos de los cartagineses o mucho antes, den cuenta de estas culebras que se han adueñado del campo de Ibiza y que están haciendo daño (y encima ayudadas por los temibles gatos asilvestrados) a nuestras bellísimas lagartijas, endemismos preciados, o sea, únicas en el mundo y grandes devoradores de insectos, artrópodos y mosquitos.
Las culebrillas están encantadas, quienes no están encantados son los ibicencos que temen, y con razón, que se vayan acomodando demasiado en la molicie doméstica, cerca de los corrales donde hay huevos y polluelos sabrosos, muy a mano. Por si fuera poco, que el destino y el azar nos libren de una fea mordedura de los ofidios. No nos queda más remedio que irnos acostumbrando a su presencia. Les podríamos mermar en invierno hurgando en el interior de los troncos huecos y fumigando con café sus hendiduras. No soportan el café. Ni el carajillo. Pero en fin, mejor dejarle el trabajo a los erizos.
No es el único animal peligroso y relativamente venenoso. Más pequeña, fea y peligrosísima es la oruga bien conocida por la procesionaria. También es una importación reciente a los bosques de las islas, donde se reproduce con una gran alegría puesto que le encantan los brotes tiernos de los pinos y justamente fue a dar y a caer en la Isla de los Pinos (Pitiusas). No hay que jugar con las serpientes, pero dejándolas tranquilas no suelen ser agresivas. Pero no me cansaré de divulgar los peligros de las orugas: son tremendas, no hay que tocarlas (despiden estos feos pelos urticantes muy tóxicos) ni siquiera cuando están muertas. Si el perro es joven tendrá la tentación de indagar: hay que evitarlo a toda costa y si la ha metido en la boca hay que extraerla como se pueda, aunque seguramente habrá que llevarlo de urgencia al veterinario.
Culebras, procesionarias y otros animales importados desmienten la antigua leyenda que afirmaba los poderes benéficos de los barros de las islas, donde no medran los animales ponzoñosos. Ya lo creo que medran, medran la mar de bien. Pero ya se sabe, aquellos cronistas primigenios, los periodistas de entonces, también eran proclives a la exageración y a veces soltaban alguna mentira.