El ´Mallorca´ saliendo del Puerto de Palma, con los colores de la Isleña Marítima. ´La Marina en las Baleares´, de Juan Pou Muntaner |
Hay gente que tiene terror al número 13. En unos es pura postura o impostura, pero en otros casos hay algunos individuos que se sienten esclavizados por un miedo insuperable ante ésta o cualquier otra superstición.
Los enemigos o los fóbicos ante el número 13 sufren triscaidecafobia y ellos son, por lo tanto triscaidecáfobos, que no es poca cosa. A mí me llama alguien triscaidecáfobo y le pongo una querella criminal. Casi prefiero que me llamen catalán (de Castellfollit de la Roca, si puedo elegir y, si no puede ser, de Besalú, no aceptaré menos).
En Ibiza no he encontrado jamás ni un sólo ejemplar, aunque seguro que aquel singular Miguel García de Sáez cargado de manías, era uno de los militantes en esta fobia, muy extendida en el ámbito anglosajón. Hay hoteles, que prescinden de la habitación 13, algunos incluso de la planta 13: pasan de la 12 a la 14 y se quedan tan anchos.
El hecho es que en la tarde del 17 de enero de 1913, muchos isleños tuvieron motivos para confirmar su manía, de haberla tenido: un vapor potente y rutilante, el 'Mallorca', navegaba desde Palma para dirigirse a Alicante, con escala en Ibiza. El tiempo no era acogedor, más bien lo contrario. Pero no llegó muy lejos, pues a la altura de la villa de Xarc embarrancó en sa Llosa, unos roquedales planos que se han cobrado no pocas víctimas.
Aquí se desencadena una turbulenta sucesión de escenas que hicieron las delicias de mi querido amigo el escritor Michel Ferrer Clapés (1952-2012), que en ocasiones me había hablado de este accidente y sobre el que, creo recordar, escribió una monografía. Como no lo veo citado por ninguna parte –muy propio del talante que rige en esta isla– lo cito yo. Tampoco la llegué a leer, pero las hazañas se resumen en una reacción valiente y generosa de los pescadores y de los campesinos de las costas de Santa Eulalia que, desafiando toda precaución, se lanzaron proa a las olas con sus barcas de bou, marineras y bregadas en otros lances peligrosos. Sacaron, nada menos que 115 personas, de las cuales 42 era tripulantes del vapor 'Mallorca', el cual por cierto aquí encontró su final: Ibiza fue su cementerio de elefantes.
Pero los viajeros fueron atendidos del shock y del frío, alimentados, abrigados y hospedados hasta que, al día siguiente, con briosas mulas o yeguas, uncidas a los carros payeses, fueron bajados a Vila. Demostrando así una faceta humana que sorprendió a algunos mallorquines –tan salvajes o más que los ibicencos– que solían referirse a los pitiusos como gente violenta y despiadada, poco menos que desprovista de toda cualidad humana.
El Ayuntamiento dedicará todo el año 13 a recordar esta gesta humanitaria. Esperemos que no se arruinen con la edición del libro de Jesús David Ribas Ribas, senderismo, concursos, gimkanas, películas, charlas. No están los tiempos para derroches. Parece un calendario sobrio.
¿Qué fue de los supersticiosos? Quedan pocos, y menos cuando alguien reparó que unos meses antes, en abril del 2012, se había hundido el Titanic, que tampoco era moco de pavo. En Ibiza no hubo ni un solo muerto. Y ahora al menos nos servirá para promocionarnos y para consolidar nuestra propia estima.
Falta nos hace.
Falta nos hace.