Ibiza ha de sustituir los ladrillos por libros para consolidar una sociedad extraña y en continuo cambio pero carente de reflejos rápidos y flexibles para hacer frente a las nuevas dificultades |
En estas notas fenicias intrascendentes y sin importancia lo comentamos hace más de un año: hay mucha energía dilapidada, mucho dinero mal empleado en estos largos inviernos de Ibiza donde miles de parados (y de paradas, ahora sí que lo digo, porque muchas mujeres podrían acogerse al plan de empleo forestal que siempre he proclamado) sestean, se deprimen o pasan el día en el bar, los que pueden darse al bajo consumo. Y mientras tanto, en silencio, sin cesar, los bosques de las islas se extienden salvajemente, de manera inmisericorde, ocupando los terrenos que antaño fueron feixes que producían cereales, no siempre en cosechas abundantes.
Desde la abrupta irrupción del turismo a finales de los años 50, los bosques y las fincas fueron abandonándose en un proceso que ya había culminado en los años 70.
A partir de entonces la historia es conocida: el bosque ha sido relegado a su soledad natural y ha sido la naturaleza la que ha puesto en pugna sin tregua a las distintas especies. Por supuesto, el pino pitiuso se ha impuesto de una manera implacable. Ahora ya sabemos que de manera peligrosa, desde los pavorosos incendios de 2010, por cierto el mismo año en que estalló (a finales de diciembre) la caótica revolución islamista de la 'primavera árabe'.
Así que lo que perdimos por un lado, el bosque, lo vimos aumentado por el otro, el turismo.
Así que lo que perdimos por un lado, el bosque, lo vimos aumentado por el otro, el turismo.
Y fue en los meses siguientes, cuando comentamos la cruda realidad de nuestros bosques constituidos en una bomba peligrosa, dispuesta a estallar en cuanto se le diera una mínima oportunidad. Una de las ideas que dejé caer –y supongo que no fui el único– fue la necesidad de unir esfuerzos y dinero entre el seguro de desempleo estatal y una ayuda complementaria pagada por el Govern. O directamente asumir un salario mínimo para aquellos parados desprovistos de todas las ayudas posibles, por inexistentes o por caducadas.
Esto hay que pensarlo, hacer números y ponerse en una tarea que nunca se pondrá en marcha. Si pasados dos años nadie ha sabido articular un red laboral (plan de empleo forestal le llamaba yo, como se le puede llamar de otra manera) ¿quién y cuándo lo hará? Me temo que no se hará nada, en Ibiza nunca llegaremos a nada, aunque algunos lo intentan. Pero la prueba de que puede hacerse es que se hace en al menos dos sitios o más: una treintena de empleados por el Gobierno de Aragón limpian y desbrozan, talan y limpian accesos boscosos. Son 30, pero que sean 3.000 es cuestión de organización y rentabilidad.
También en Valencia han destinado a más de 200 empleados a limpieza de bosques quemados. Son seleccionados, auscultados médicamente y citados por una empresa al efecto y quienes se nieguen pueden perder el desempleo, tres meses o la totalidad, en cambio los que trabajen cobrarán más.
Ya sé que esta forma es más ruda y que los españoles estamos acostumbrados a la buena vida, pero tendremos que aceptarlo: tenemos problemas, la vida es muy dura y nadie volverá jamás a prestarnos dinero a bajo interés ni a regalarnos nada. Se acabó para siempre, mi vida.