sábado, diciembre 15, 2012

Hablemos de pajaritos

El herrerillo es un gran depredador de insectos y orugas, y se atreve incluso con la procesionaria, la temible plaga que asola Ibiza y Formentera


Llega un momento en que uno se siente saturado de hablar de la pajarería que es Ibiza y de muchos de sus pajarracos, que vienen sobrados y se prodigan en demasía. Para compensar me he propuesto hoy hablar solamente de pajaritos, estos que tanto alegraron mi infancia y que con los años se han ido difuminando, hasta el punto de que a menudo pienso que la isla ha perdido muchos de sus pájaros. Quizás sean manías mías y, claro, también depende de la época en que uno observe, porque muchos de nuestros especímenes son como los turistas, residentes temporales, viajeros de larga distancia, animalitos migratorios que, es evidente, se encuentran con un paisaje muy distinto al de los años cincuenta. 
Ellos sí que entienden de ecología y diagnostican desde lejos la añada que les espera en estos parajes alterados. 

Resulta que la cotorra argentina ha desaparecido de Ibiza antes de que yo me enterase de su presencia. La vi en los años 80 en las palmeras de Barcelona. Ahora no sé, porque el que no va a Barcelona soy yo. Cotorra y argentina, redundancia gratuita, porque en general la argentina es el ave más locuaz del planeta. Cómo hablan, de bien, de rápido y de incansable. Uno queda murmurando ¿y si lo hicieran para equilibrar el silencio aterido de los gauchos de la pampa? A mí me gusta la gente expresiva, los habladores. No me molestan. Así que esta cotorrita debió de ser durante una década la reina de los pajaritos pitiusos hasta el momento en que, imagino yo, se aburrió y se fue hacia Denia a buscar otras cotorras, que es lo que solemos hacer todos en los meses más enclaustrados y fríos. 

Los inviernos no son insalvables. Hay dos meses de fríos intempestivos, pero en general encuentran refugio en las Pitiusas y al menos hasta bien avanzado el otoño hay numerosos frutos, bayas que preparan sus cuerpecitos para los 70 días más duros del año.
Después ya llegan los rayos calefactores de la primavera y una buena mañana todo empieza súbitamente a mostrar un rostro risueño, las plantas explotan en colores y el mundo se llena de insectos, que es un manjar proteínico que renovará la generación total de nuestra ornitofauna. Las tórtolas se mezclan en Ibiza, la turca con la europea y la paloma torcaz de testigo. Ya me gustaría verlos, pero juntos será difícil porque se disputan el nicho ecológico. En la península se pueden ver las tórtolas incluso en los parques de las ciudades. Sus arrullos un poco insolentes son inconfundibles.

Y otra sorpresa ecológica: ha aumentado la población de mirlo común, pajarito oscuro, correoso, que se atreve –según leo– con la procesionaria. Puede, pero, sinceramente, me gustaría poner entre paréntesis esta afirmación, aunque me imagino que se refiere a las larvas, no a las orugas, que son tóxicas hasta la muerte. Si su perro jugueteando por el bosque muerde una oruga adulta, lo más probable es que pierda el morro y la lengua. Divulgadlo. Existen algunos pajarillos que atacan los bolsones colgantes de esta maldita oruga procesionaria, por ejemplo en los bosques de Extremadura y Salamanca: el carbonero común (Parus major) muy parecido al mirlo, pero con el pecho amarillento. No creo que exista en Ibiza pero habría que introducirlo, porque la procesionaria es una maldición para las islas. ¿Hay otros depredadores parecidos? Seguro.