domingo, enero 02, 2011

Y quedó flotando una luz helada



Hágase la luz, y la luz se hizo. Pues no, la historia de la humanidad ha transcurrido a oscuras o como mucho en penumbra. Este hecho y algunos otros son básicos para entender la ciencia y el arte.
Esto no suelen contarlo los profesores, allá ellos, pero yo me dí cuenta, se me hizo la luz, cuando leí sobre los interminables preparativos del rodaje de ´Barry Lindon´ en el cual Kubrick se empeñó en emplear un tipo de película especial que captara los menores matices de la iluminación no eléctrica. La luz, tan escasa durante millones de años en la vida del hombre o del homínido, está impregnada de unas imanaciones mágicas... Antes lo he dicho, «se me hizo la luz», un indeterminado bagaje desordenado tomó estructura, y todo por un simple detalle. La luz.
Ahora se entiende todo, y puedes usar tranquilamente esta regla. La vida del hombre se divide en antes y en después de la energía eléctrica. Pueden ser los tres sabios magos de Oriente que se guían en una oscuridad profunda (¿Había luna llena cuando nació Jesús?) por una estela plateada, una luminaria fría y silenciosa... algo poco usual, algo desconocido por el común de los mortales. Los sabios conocerían el fenómeno, muy diferente a la lluvia de rayos y truenos en una tormenta.
Esta regla la puedes emplear para visitar el Museo del Prado. Las grandes obras de la historia humana se pintaron en penumbra, con luces de candelas o con lámparas de aceite y al final con quinqués de keroseno. Pero.... de repente el rayo eléctrico lo transforma todo y el Guernica de Picasso ya no cabe en el gran Museo. Está bien en el Princesa Sofía, con los minimales o los fosforescentes del neón, al lado de los pop o de los engendros del feísmo. No calificaré la calidad, sólo anotar el hecho: unas pinturas son de antes y otras ya son de la época eléctrica.
Ocurre lo mismo con las iglesias. Las grandes catedrales eran enciclopedias, encerraban secretos matemáticos, escultura pedagógica, medidas determinadas, unas ojivas y unas aperturas muy pensadas para dramatizar los efectos de la luz a través de los vitrales.
Hay que pensar que en las catedrales siempre reina la penumbra, cuando no la oscuridad, el olor de cera y antigüamente un agrio olor apestoso de la gente que no podía asearse, de ahí la eficacia del incienso. Aquellas cristaleras filtraban la luz diurna como un mensaje divino. De noche, los recovecos y las imágenes sobrecogen el corazón. ¿recuerdas los demonios de Nôtre Dame y otras catedrales? No hubieran sido eficaces con luz eléctrica.
Acaban de nombrar Patrimonio de la Humanidad al flamenco, la dieta mediterránea y el Canto de Sibila.Imaginemos a un niño o una niña cantando casi en la oscuridad de la noche del 24 de diciembre (Misa del gallo) todas las desgracias horribles del Apocalipsis final de la Humanidad. Sin apenas luz, con olor y con dolor... un canto medieval, terrible, escuchado con pavor y con la misma oscuridad que envolvía sus miserables vidas.