sábado, enero 15, 2011

La violenta saga de la Cueva del Humo





Veo que la curiosa y extraordinaria saga que narra las incursiones de Sigurd en el Mediterráneo y en concreto en Formentera, sigue despertando pasiones. Dudo mucho de que nadie pueda encontrar algo parecido a restos de un tesoro formado por ajuares, joyas y metales preciosos.
De manera que quien quiera perder el tiempo que siga buscando.
Pero la historia en sí misma es un ejemplo paradigmático de estas narraciones orales que todavía hoy entusiasman a los islandeses (Islandia fue colonizada por los noruegos o mejor dicho, poblada, durante el siglo X y comienzos del XI).
A los islandeses contemporáneos la televisión no les ha borrado su interés por las sagas, bien sean de carácter histórico o de carácter mitológico. Adoran los elfos, las historias imaginativas. Quién lo diría en un paisaje tan extraño, gélido, pero poblado por las aguas calientes de los manantiales y por numerosos volcanes, aparte de una jornada diurna casi eterna.
Una de estas sagas transcurre en Formentera, en la Mola, en la Cueva del Humo. Es más, probablemente toma el nombre este topónimo de la gran humareda que se cuenta en la historia.
Como los jovencitos no la habrán escuchado en ninguna parte (ya la cuento en al menos dos libros míos, pero también están agotados) y muchos de los nuevos residentes no tendrán idea, ahora mismo la resumo.
En el año 1108 eran habituales las incursiones piráticas de los vikingos por las orillas del Mediterráneo. Iban cobrando motines y los guardaban en sitio seguro hasta que llegaba el momento de subir a Noruega o a Islandia (según procedencia) atiborrados de material. Tuvo que suceder que Sigurd oyera hablar de las fabulosas riquezas de los moros de Ibiza, muchos de los cuales también se dedicaban a la piratería, como en realidad hacía casi todo el mundo que podía. Se decía que guardaban enormes riquezas en el interior de una costa escarpada en la Pitiusa menor, Formentera.
El problema es que nadie en su sano juicio podía enfrentarse a aquellos sarracenos, armados hasta los dientes y con una innegable ventaja estratégica: la cueva estaba en la parte superior de un acantilado. Todavía está. Se puede subir por arriba y no de otro modo.
¿Y no de otro modo? Los vikingos hicieron un tanteo desde el mar, pero los moros se burlaban con los gestos, sintiéndose seguros en aquella enorme gruta, además defendida por un muro de entrada. Imposible subir escalando a pecho descubierto.
Sigurd mandó subir caminando por es Caló hasta la Mola y eso son varios kilómetros cuesta arriba. Acarreaban un bote ligero, pero un bote al fin y al cabo. El mismo que usaron como plataforma. Lo arriaron desde arriba hasta estar en la altura de la entrada. Acribillaron a los guardianes y el resto se escondió en el interior de la gruta. Craso error. Los vikingos prendieron una gran hoguera que llenó la cueva de humo y asfixió a los dueños del tesoro. Un tesoro que cambió de manos con esta estratagema