sábado, septiembre 13, 2008

La joya de Dalt Vila


El conjunto histórico y monumental de Dalt Vila es un tesoro, por ello la han nombrado Patrimonio de la Humanidad. Pero tiene puntos álgidos de gran interés, por ejemplo la catedral es un magnífico ejemplar que conjuntamente con las murallas (bien integradas, y no eran estilistas fashion) y el castillo realzan el valor arquitectónico. Pero sin duda, sin despreciar el museo catedralicio, si me hicieran elegir, yo me decantaría por el Museo Arqueológico, el cual además está impregnado de grandes propiedades mágicas, lo cual explica que todavía haya sobrevivido a los politicastros pitiusos, baleáricos y nacionales en los últimos cincuenta años.
El Museo Arqueológico tiene fuerza, energía y rebosa historia en sus paredes y en las vitrinas, con un contenido que explica -al menos en parte- la historia de estas islas desde la Prehistoria hasta la reincorporación al área de influencia cristiana.
Y sin embargo el museo aparece muy disimulado, solapado, se menciona de pasada y todos copian la misma frase (los plagiarios de Internet no tienen tiempo de copiar bien). Qué poquito dicen de nuestra historia...
Quizás porque hemos pasado de la cultura del cerdo (el que tenía la suerte de poseer alguno) a la incultura del vinilo y del CD-Rom, ahora este Museo Arqueológico, que es la joya de la corona pitiusa, ha perdido toda su influencia.
No consigo explicarme, si no es a partir de la barbarie y de la incultura, cómo se atreven siquiera a plantearlo. Museo que tocan, al garete que se va. Y estarán muy excitados (los museos) porque amanecen con humedades.
Lo poco que queda hay que arrasarlo, quitarlo de ahí.
Dalt Vila será patrimonio universal, como las pulgas y los piojos, pero los políticos ibicencos, en especial los municipales, han conseguido que la gente huya de esta pirámide, de esta Polis milenaria.
No lo guardé, pero salió hace poco en el Diario un reportaje que cuantificaba en unos 800 los habitantes de la Ciudad Alta o acrópolis, o sea menos que cuando acabó la guerra civil.
La gente de hoy no sabe, por suerte, que los habitantes de Dalt Vila salieron despavoridos a esconderse en el campo, por una parte por las bombas y los ataques aéreos, que dejaron mella, pero además por la hecatombe (sacrificio de cien bueyes, en griego) del Castillo del 13 de septiembre, 1936, en que la columna catalana de Bayo y otros elementos masacraron a más de cien presos acumulados de forma cruel en las mazmorras del Castillo.
Pues bien, la ciudad quedó despoblada. Pero hoy, ¿qué barbaridades pueden haber cometido para generar esta alocada fuga de residentes? ¿Qué situación de pánico, hastío o desesperanza ha despoblado Dalt Vila?



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