El Museo monográfico de Es Puig des Molins está ubicado en la Ciudad Muerta (Necrópolis). Lleva quince años cerrado, pero cada año dicen que se abrirá el año que viene.
Antes de acabar Periodismo en la Autónoma de Barcelona yo estudié dos años en Palma de Mallorca, en una universidad incipiente y apasionante donde tuve algunos profesores de lujo: Francesc de Borja Moll, Bartomeu Barceló Pons, Isidor Marí, etc.
Decidí interrumpir mi carrera porque en 1973 me llamaron a filas. Pedí unos meses para terminar el curso, pero me enfrenté directamente a un destino que no era muy tranquilizador: Sahara.
Torturarse por decisiones pasadas no es muy útil, una vez se ha reflexionado para aprender la lección. Cuando regresé ya no era el mismo y además habían cambiado el plan de estudios. Así que dejé Filosofía y Letras (Psicología).
Al menos algunas asignaturas comunes me fueron convalidadas en Periodismo más adelante.
Pero recuerdo de aquellos días algunas clases magistrales. No solía faltar a clase, de manera que recuerdo las lecciones de Geografía Humana, o sea las recuerdo en general como un descubrimiento que me fue útil en mi profesión.
Las ciudades están vivas, al menos en cuanto lo estén sus habitantes. La Polis, ciudad, ha de dar salida a todas sus necesidades y problemas y lo hace de una forma tan determinante que, finalmente, la ciudad se subdivide en arrabales, en áreas, en centros específicos.
La ciudad de ciudades es una red de relaciones funcionales. Todo ha de funcionar, a ser posible con armonía: ciudad comercial y administrativa, ciudad dormitorio, ciudad lúdica o deportiva, y así sucesivamente. No sé si mis profesores me aprobarían, pero aspiro al menos a que se me entienda.
No lo he visto, pero podemos asegurar que en el estudio sobre los niveles de ruido de Vila, nuestra Villa que ya es Ciudad, Bartolomé Planas habrá dibujado un plano muy bonito con colores donde se diferencian las distintas ciudades dentro de la Ciudad.
Algunas veces he hablado de esto al expresar el fracaso urbanístico de Eivissa, Ibiza o Vila como ciudad nefasta, colapsada, incómoda y peligrosa. Pero al menos nos quedaba la Ciudad Museo, la Ciudad Histórica, que ha sido durante miles de años la pirámide que ha dado la energía espiritual necesaria a sus habitantes, casi siempre misérrimos.
Dalt Vila se ha despoblado, aunque Fernando Bertazioli escriba generosamente que “se despuebla”. Ya hace años que se ha vaciado.
Quedaban algunas tiendas, galerías, restaurantes, el Museo, la catedral y los miradores… La decisión de trasladar el Museo Arqueológico es otra puñalada de los políticos. Y he conseguido hoy no mencionar el nombre de la alcaldesa, la cual me cae bien a pesar de todo.
A MD
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