Hemos revuelto el sistema ecológico y el Planeta en su conjunto parece abocado a un colapso universal. Lo han escrito estos días una veintena de científicos serios en la revista Nature.
Tenemos un tiempo limitado para tomar medidas desagradables pero inaplazables o dentro de quince años o menos asistiremos a un espectáculo muy desmotivador, por decirlo con palabras suaves. No son desvaríos ni delirios de ecologistas con la estima baja y con ganas de llamar la atención: entre estos investigadores hay nombres de peso. Todo ello se resume en unos cambios brutales del entorno, enormes sequías y extinciones en masa. El planeta Tierra llevaba 14.000 años de estabilidad relativa después de la gran glaciación, pero ahora la acción del hombre lo ha trastocado todo
Qué decir en Ibiza, donde ya hemos catado los caprichos del clima y del régimen de lluvias; ya sabemos de las sequías prolongadas seguidas de temporales de levante (antes, la gota fría).
Los payeses han detectado otros avisos sutiles, como la reticencia de algunas gallinas a poner huevos, estresadas por el calor o el ruido. O están viendo alarmados cómo las colmenas de abejas melífera se están quedando despobladas. Y sin abejas se acabó la polinización. Encima parece que la burocracia de ayuntamientos y consells aconseja a los abejeros abandonar su noble e imprescindible tarea. Demasiadas trabas. Llegaremos a pensar que el sistema de las autonomías nos va a llevar al final de la Humanidad.
De la Humanidad no lo sé, pero al final de España y del sistema de vida de los españoles tal y como los conocemos, seguramente sí. No sonrían los catalanistas, Catalonia es la peor de las autonomías y no quedará piedra sobre piedra si alguien no lo remedia.
Hemos alterado el equilibrio ecológico de la isla, la vegetación se ve afectada, los animales lo notan y en algunos casos se han aprovechado de las nuevas facilidades, como la gaviota común, la rata del aire, que ha proliferado hasta límites insospechados. La gaviota común –otro depredador sería el gato asilvestrado– está causando estragos entre el resto de la aves.
En principio, las más afectadas parecen dos tipos de gaviotas (no sé si es muy científico denominarlas así), la de Audouin y la pardela, el mítico virot que tanta seguridad siempre obtuvo en los acantilados de Formentera. A cambio, en décadas pasadas, los formenterenses más osados las cazaban de noche y hacían sabrosos guisados con sus carnes. Ignoro si la calidad de la carne de virot era pasable, pero los habitantes de estas islas no siempre hemos podido elegir el menú abriendo el frigorífico. Aun así, jamás estuvo el virot en peligro. Lo está ahora que lo cazan los gatos.
La gaviota de Audouin es preciosa, más pequeña que la común y menos agresiva. Lleva todas las de perder. Y entra en la lista de animales en peligro de extinción. La pardela ya hace años que sufre la presión de los gatos que acceden a sus nidos y rompen la cadena de renovación de la especie. La nueva Ibiza, la nueva Formentera y la nueva Tierra. Tenemos el consuelo de que nos iremos al traste todos al unísono.
Diario de Ibiza
Foto: Masmallorca.es