sábado, agosto 18, 2012

Avecedario y aguas rotas


El ave amenazada Pardela cenicienta ('Calonectris diomedea'). La Información.

Antes de que mi querida editora o editor me corrija el palabro y me cambie la ´v´ de verano por la ´b´ de barruguets quiero aclarar que no vamos a hablar de las letras del alfabeto sino del mundo acosado de las aves de estas islas. Y de otros temas enquistados que parecen quedar flotando en un limbo donde nadie llega. Son temas sin solución aparente.

Avecedario: los pajarillos y las grandes aves de estas islas viven en un proceso de desquiciamiento ineludible. Las últimas en salir listadas en los avisos de peligro son la gaviota de Audouin, maravillosa y sosegada y por esto no puede enfrentarse a la ferocidad gregaria de la gaviota común (la rata del aire). 
En Ibiza, las gaviotas ya suponen un problema sin solución. Jamás se ha conseguido reducir las pobladas colonias, que encuentran alimento sobrado en los vertederos numerosos de la islas. Y aumentan escandalosamente, mermando el espacio vital y el nicho ecológico de otras aves que antaño vivían en perfecto equilibrio. 
Otra víctima de los cambios operados por los humanos es la pardela o virot, un hermoso pájaro que se encuentra en pleno proceso de extinción. Los humanos, los gatos y las gaviotas comunes no les dan opción.

Romper aguas: no me refiero a las contracciones de los mamíferos que anteceden al parto o alumbramiento, sino a estas abundantes surgencias de agua en los sótanos de la ciudad. Vila parece un queso de gruyère y el poderoso empuje del líquido encuentra salida en los garajes de la ciudad. Hablo en plural porque, después de consultarlo, he sabido que no es solo el famoso surtidor de la calle Canarias. Hay varios casos parecidos. 
¿Es lógico que se desperdicie un caudal tan sustancioso de agua dulce y perfectamente potable? Por mucha crisis que nos acucie (y no es tanta a la vista de las subvenciones y otros gastos suntuarios que podrían eliminarse, al menos provisionalmente) es un tema que el Ayuntamiento debiera analizar sin pereza. Hay que trabajar más, o sea.

Las cuatro estaciones: no me refiero a las de Antonio Vivaldi, sino a las de los autobuses, que al menos tendrían que ser cuatro. Una isla que se pone en más de 340.000 habitantes en pleno verano y que trasiega a unos dos millones de turistas en apenas cinco meses, no puede seguir tratando a los residentes a patadas, ni a los turistas. 
Los turistas vienen, están diez días y se van, pero los que vivimos aquí tenemos que soportar esta carencia de servicios toda la vida. Algún día se nos explicará el misterio de la estación Cetis de Vila. 
Quien más quien menos se lo imagina, pero si tenemos que trabajar con datos objetivos, ya me van bien los que publicaba el Diario del 22 de mayo en la página 4: «El canon por bus no pasa del euro en otras ciudades». ¿Recuerdan que al principio se pedían 50 euros para cada autobús? Ibiza es un negocio redondo o esto debían pensar. Ocurre que a veces -solo a veces- alguien se planta y exige explicaciones y justificaciones. 
No todo el mundo traga, así que todavía quedamos a la espera de que nos expliquen por qué algunos políticos de Ibiza, en dulce unión con algunos empresarios, llegaron a pensar que somos el pito del sereno.