miércoles, agosto 22, 2012

Paleohippies en diáspora y otros progres




El ambiente callejero de la Ibiza de 1969 era muy extraño, irrepetible, tanto que parece sacado de un película de Fellini. Estaba la isla disfrutando (o padeciendo, según muchos ibicencos que no soportaban a los peluts, peludos) de una invasión hippy en toda regla.
Observo que algún poeta a la vela se refiere repetidamente a aquellos viajeros como ´neohippies´ (hippy en singular, hippies en plural, en inglés). ¿Por qué neos, nuevos? Estamos en lo más florido del movimiento hippy, en el paleohippismo, que desaparecería como por encantamiento en 1975.

¿Eran neohippies aquellas decenas de catalanes que caían por aquí predicando la liberación sexual, la revolución contra Franco y la reivindicación de Ibiza como un país catalán? No, ni de lejos. 
Donde los hippies eran universales y alegres los catalanes eran localistas y obsesivos. Los hippies llevaban túnicas y camisas al viento; los catalanes (y no solo ellos, los españoles en general) llevaban la trenka, la pipa, en suma el disfraz de progre que tan magistralmente dibujó el Perich durante años. Uno diría que eran opuestos.

Los ´hippies´ leían y hablaban de Jack Kerouack, los progres leían compendios y resúmenes del marxismo, muchos de ellos eran del PSUC que aterrizarían en el pseudoprogresismo del PSC años después.
Agua y aceite, nada que ver, salvo algunas excepciones. Bien. Y en este ambiente la playa y la bahía del Port de Sant Miquel fueron ocupadas por los chicos progres que pretendían cambiar de vida y crear partiendo de un cuerpo multidisciplinar. Basta decir que llevaban a su gurú progre catalán por excelencia: Xavier Rubert de Ventós.
Y levantaron la Instant City, la Ciudad Instantánea, un experimento plástico (de hecho se usó mucho plástico y otros materiales más novedosos), creando una ciudad hinchable que acogió a grupos y charlas sobre los temas más diversos.

Un hermano mayor subió a Sant Miquel. Cuando volvió le pregunté:
-- ¿Qué has hecho allá? 
Parecía recordar que había mucha gente, jipiamen y progres al compás, pero poca cosa más.
Me temo que mi hermano fue fiel al viejo axioma: «Si recuerdas algo de los 60 es que no estuviste allí».

En 1971, Ibiza estaba digiriendo la gran explosión de los 60, que tuvo dos años finales apoteósicos. Nuestra isla se benefició -o no, ya saben, las opiniones son libres- de la presencia de numerosos franceses creadores que obviamente preferían retirarse del escenario parisino. 
Los hechos del París-68 no dejaron ni un solo muerto, pero no pocos de aquellos protagonistas prefirieron poner tierra de por medio, como les ocurrió a cientos de desertores de la guerra del Vietnam. Aquellos que no pudieron esconderse en Canadá, o que podían recibir los cheques de sus papás en las oficinas bancarias europeas, cayeron por Ibiza.
Sabemos que algunos ya se quedarían para siempre. En concreto recuerdo a uno que cobraba un suculento cheque mensual, una fortuna para la época, pero no era de sus padres. En realidad era todo lo contrario, Michael era un inválido de guerra (Vietnam) y tenía todo su cuerpo cosido de metralla y numerosas piezas de metal. 
Qué años, rediez. De algo me acuerdo. Valgan por ahora estas notitas fenicias.