Lo sabíamos todos y lo venimos anticipando desde el pasado otoño: el turismo nacional se ha hundido. Por fin, la mayoría de españoles toma conciencia de que los gastos diferidos a tarjeta de crédito acaban por exigir el pago. Y queda poco trabajo, mal remunerado y aún peor: podemos caer más bajo. Lo saben ya los empresarios y lo más torpe de los sindicatos. Ahora veremos –ya estamos viendo de hecho– grandes descuentos en todos los escaparates de las agencias de viajes y en todas las provincias españolas.
Lo mismo ocurre en Túnez y en Egipto. Son mercados mermados, distorsionados, aunque sea por causas muy distintas.
El caso de Túnez es tentador. Hay ofertas por debajo de los 300 euros, algo impensable en los meses anteriores la primavera árabe.
Juan Molas, presidente de la Cehat, líder de la patronal hotelera, ha apuntado que este año habrá que tomar iniciativas agresivas para atraer a los españoles, como las grandes ofertas de precios, más noches gratis, lo que sea con tal de hacer competitivo al sector hotelero nacional y no perder cuota de mercado (el turismo nacional supone un 50% de su actividad). Actualmente, este turismo no llega ni al 30%.
Refiriéndose a Ibiza sabemos que una vez pasado septiembre poco queda por hacer. Este es nuestro talón de Aquiles. Pero durante el otoño y y a lo largo de un invierno que será muy largo, estas ofertas serán realmente de mucho alcance.
Tampoco puede ayudarnos el mordisco a la tarta que supone el campeonato europeo de fútbol, seguido de los Juegos Olímpicos en Londres. Da escalofríos pensar qué habría ocurrido con el turismo británico, de no tener la ayuda colateral de los países magrebíes, Egipto, etc. tras los lamentables sucesos políticos que acucian a esos países islámicos. Aunque van recuperando clientes, es cierto.
Acotación al margen: «El objetivo es el turismo ruso: son los que más gastan» (Isabel Borrego).
Quien no haya tomado nota y haya aprendido la lección quedará fuera del mercado. Es inexplicable que todavía pululen almas bondadosas por esta castigada isla, que siguen proyectando depredaciones del poco espacio que nos queda libre. Siempre con la aquiescencia y complicidad de los políticos. De algunos políticos.
Ellos tendrán sus estudios demográficos y de mercado, pero los políticos de Ibiza jamás deberían perder de vista que el turismo es nuestra única industria, es nuestra tabla de salvación, y todo aquello que hagan en su contra lo hacen contra la posibilidad de supervivencia de los isleños, en un espacio acotado minúsculo y ya gravemente alterado.
Ya saben que no hablo de poesía: hablo de dinero, de la puta vida y de esta minoría que nos la hace imposible o al menos más difícil.
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