miércoles, mayo 30, 2012

Balancearse en el balcón


El balconing se practica desde hace muchos años y en casi todo el mundo, pero Ibiza carda la lana y gana la fama. Ya en febrero he ido siguiendo los jóvenes estrellados en el suelo, en la terraza o en la piscina.

En las Canarias, en Cataluña y en Mallorca (y en otros sitios) van produciéndose casos que la prensa publica con un extraño sentido de la oportunidad. En Cataluña incluso amenazan (les encanta amenazar desde que murió Franco en 1975) con denunciar a todos aquellos turoperadores que promocionen viajes colectivos de vacaciones alcohólicas. Pero da igual, están encantados de facturar a estos grupos de estudiantes que vienen a emborracharse en Lloret durante tres días seguidos. Y encima les cosen a multas. Hay que recaudar.
Con el ´Tripartit´ llegaron más lejos: acosaban -sin gran éxito- a todas aquellas publicaciones internacionales que contaran la verdad sobre la realidad de ´Catalonia´.
En Ibiza también se quejaron al principio, al menos la consejería de Turismo de Palau y el Fomento de Turismo. Desaconsejé la medida por inútil y por ingenua en su momento. Y lo seguí haciendo cuando los hoteleros se propusieron distribuir un video contra el ´balconing´. Un derroche que hubiera tenido justamente el efecto contrario, escribí. Y perdón por las autocitas, pero no puedo citar -que yo sepa- a nadie más, ni a Schopenhauer ni a Sartre. Y necesito recordarlo.
Tenemos que recordar que llevamos un largo trecho caminado. Escribo en mayo y dentro de un mes empezará otra vez la lluvia de británicos eufóricos, es inevitable, porque ellos no quieren evitarlo. Incluso lo encuentran tétricamente divertido.
Hace unas semanas vi el capítulo donde el doctor House (la serie televisiva) llega al vértigo y al hastío existencial más peligrosos. Atiborrado de sus pastillas contra el dolor, y en una estado alucinatorio, decide matar el aburrimiento por el expeditivo método de liquidar al aburrido. Sube a un cuarto piso de un hotel y... se lanza al vacío, ante el espanto de los presentes. Caerá en una piscina. No siempre ocurre así.
En Ibiza llevamos ya la experiencia desde los años 80 por lo menos. Casi cuarenta años después no hemos sabido neutralizar la combinación de drogas, alcohol y vigilia permanente. Al contrario. El tipo de turismo, la edad del turismo, la conducta del turista pitiuso nos lleva a la conclusión de que seguiremos recogiendo los fragmentos de jóvenes cadáveres en los embaldosados bordes de nuestras piscinas.
Parece el mínimo tributo a este estresante turismo que se ha adueñado de las islas: ruidosos sin cesar, atiborrados de drogas químicas con efectos que en muchos casos desconocen los profesionales de urgencias.
Ellos se traen consigo incluso a sus camellos o traficantes. Nosotros les ponemos las discotecas incluso en las playas (ante el descarado y vergonzoso fomento de nuestros alcaldes) y con horarios salvajes abiertos en otros locales. Lo único positivo es que el ´balconing´ de Ibiza será el más caro del planeta si es cierto que Ibiza es la segunda ciudad del mundo con mayor subida en sus hoteles. Las autoridades de los consells y ayuntamientos tendrían que pensar muy bien en las consecuencias de sus actos.