Me gustaría saber a cuantos vecinos molestan estos estruendosos clubs playeros, donde se impone un nivel de decibelios que atentan contra toda lógica y seguramente contra la ley.
No dejan de ser otra trampa para destrozar al turista, para ordeñarlo minuto tras minuto, sin descanso, sin pausas.
Esto podría ser un aliciente para patrocinar una maratón de discos en las arenas interminables de las playas de la Península. Pero en Ibiza, donde apenas tenemos playas, y lo poco que tenemos está sobreocupado por las hamacas carísimas, esto constituye un error fenomenal más. Otro más. Uno tras otro.
No me extraña que Ibiza sea conocida en todo el mundo por su droga, sus violencia, sus accidentes, su sangre.
Ya es sabido que no podemos tenerlo todo, pero si pudiéramos elegir ¿por qué siempre nos quedamos con lo peor? ¿Para beneficiar a una docena de empresarios? El problema es que la gente que viva en Ibiza se irá encontrando cada vez más acosada.
Algunos reductos han ganado algunas batallas, pero todos sabemos que cualquier día amaneceremos con nuestra casa invadida por el ruido de una monstruosa discoteca de playa, o una gasolinera comenzará a envenenar nuestras aguas o simplemente nos construirán una depuradora, un horno crematorio o una discoteca rural (ay, las diosas con vocación de procrear...)
Es una secreto a voces que nadie soporta 7/24 horas de fiesta sin un descanso. Hubo un tiempo en que se llegó a un repliegue considerable, con el cierre de las discos y dejando unas horas de margen antes de cualquier apertura. Ni siquiera sé cómo ha quedado establecida la situación reglamentaria.
Pero ya me decepciona bastante que los alcaldes soliciten a las discotecas una clausura de final de temporada más tardía. No servirá de nada, pero ya demuestra el tipo de turismo que pretenden cultivar.
Y encima quieren más campos de golf y puertos deportivos. ¿Para qué si quien debiera utilizarlos está empastillado bailando con lobos en las arenas contaminadas de los beach clubs?
¿En invierno? Tampoco, incluso cierran los hoteles de cinco estrellas porque no hay clientes y si los hubiera no hay aviones para llegar.
Pocas playas disponibles y encima las saboteamos convirtiéndolas en discotecas. Unos genios somos.
Quizás nos iría mejor controlando mucho las urbanizaciones construibles, los campos de golf proyectados y remodelando los puertos existentes para su uso multiplicado durante 3 meses de verano. Pero sin obras fijas definitivas.
Siempre se pone como excusa lo más urgente para rehuir la solución y el diseño de lo más importante, pero Ibiza y Formentera tienen pocas opciones si no consiguen enfriar la codicia de algunos empresarios y la implícita de algunos políticos.
Las islas se perdieron el día en que se olvidó la regla de oro, la máxima regla: nosotros vivimos del turismo, no de construir urbanizaciones para blanquear capitales de las mafias gallega, italiana, rusa o ibicenca.