Cada vez lo tenemos más claro. O Ibiza y Formentera limitan con rigor el ascendente ritmo de entradas de vehículos o estas islas ya están finiquitadas para el turismo y quizás para la vida diaria de los residentes.
Yo entiendo a aquel gasolinero que se quejaba mucho de la crisis y pedía más coches. En Ibiza se han matriculado 3.000 vehículos más en un año. Hay que sumarlos a los ya existentes, más la riada de vehículos que vomitan sobre Ibiza y Formentera estas navieras que tanto nos quieren.
Pero pensemos un poco. Pongamos que un vehículo tiene de media 2 metros de largo. Si multiplicamos 2 por 3.000 ¿no nos da 6.000? ¿Y 6.000 acaso no son 6 kilómetros? Ahí lo tienen. En un año hemos comprado coches añadidos desde la entrada de San Antonio hasta la de San Rafael, más o menos.
¿Seguimos jugando? En Ibiza hay 120.917 vehículos matriculados, es decir... casi 242 kilómetros puestos en hilera, si no me equivoco.
Es comprensible esta vigorosa venta de coches por el peculiar diseño disperso de la isla.
El crecimiento demográfico es incesante. Dentro de unos días llegarán miles de ingleses, españoles, italianos para buscarse la vida y ellos, junto a los 300.000 turistas, ejercerán una presión brutal sobre estas frágiles islas, ya muy masacradas.
El crecimiento demográfico es incesante. Dentro de unos días llegarán miles de ingleses, españoles, italianos para buscarse la vida y ellos, junto a los 300.000 turistas, ejercerán una presión brutal sobre estas frágiles islas, ya muy masacradas.
Miren, nosotros les esperamos durante diez meses y ellos, los casi dos millones de turistas o visitantes, quieren coincidir en la isla durante 70 o 80 días. El resto del año aquí nos quedamos, pagando unos precios abusivos. Lo digo con todo convencimiento: o hacen algo los gobernantes o estamos acabados, tanto por la insostenibilidad como por lo insoportable de la situación.
Ya hacen algo. Todo lo contrario de lo que tendrían que hacer: cultivar la discoteca, el beach club, el narcoturismo y la vorágine indigerible. La puntilla final. Los únicos que han afrontado el problema son los políticos de Formentera, pero no harán nada. Hablan mucho, pero les cuesta una barbaridad llevar sus ideas a cabo. Me refiero a la anunciada medida de limitar la entrada de vehículos. Espero equivocarme y que actúen sin miedo. Ibiza debiera hacer lo mismo, sin esperar más, sintiéndolo por las navieras –que tanto nos quieren, como se ha demostrado con la multa de 54 millones– y por las gasolineras.
¿Habrá algún político capaz de plantear siquiera el problema o todo lo que se les ocurre es la sandez de pedir a las discotecas que retrasen la fecha del cierre? Se están luciendo los alcaldes (¿o alcaldas?) ibicencos.
Técnicamente es factible, aunque me gustaría comentarlo con Bartolomé Planas, por ejemplo, que tiene el don de la visión matemática. Formentera descubre ahora que han llegado al límite. Van por buen camino.
Quien me preocupa es Ibiza, que no sólo piensa que no hemos llegado al límite sino que se ha lanzado a una feroz campaña de fomento de obras y de desbloqueo de licencias (algunas, como el caso de Benirrás con total justicia) que significarán sumar 20.000 habitantes más.
Ya sabemos que el socialismo es ruina, ineptitud, crisis y derroche sectario. Y sabemos que el PP es convertir Consell y ayuntamientos en colosales inmobiliarias. Nos gustaría mucho saber que las cosas pueden cambiar, porque no hemos llegado al límite, ya lo hemos sobrepasado con creces. Tarde lo descubrirán algunos.