sábado, octubre 01, 2011

Turismo, la ofensiva de Delgado


Quien más quien menos está fijando su atención en el consejero Carlos Delgado, que probablemente sea en estos momentos (no se fíen de quien emplee la boba expresión ´a día de hoy´) el más activo, el más clarividente y el más resolutivo, según saben unos y otros.

Pero no pocos le temen, o al menos desconfían ante la posibilidad de quedar en evidencia. Los nacionalistas, por sus declaraciones sobre el mallorquín y el catalán; los socialistas, porque saben que con su eficacia y austeridad les dejará poco menos que con el culo al aire; y los ecologistas están temblando ante la ya concebida, pero no alumbrada Ley General Turística, que en teoría ha de ser un manual de instrucciones para aplicar toda una batería de actuaciones muy concretas en el proceloso cosmos del turismo y del urbanismo.

Poco se sabe de esta ley, salvo lo que ha ido adelantando el propio Delgado. Habrá un antes y un después, dice. Ha de servir para varias legislaturas, por lo que se expondrá ampliamente al debate y al consenso: los políticos –dice él– no han estado a la altura de los empresarios, a quienes se les tienen que facilitar los medios técnicos y jurídicos para que puedan volver a invertir en Baleares. Los empresarios han huido del archipiélago y quiere recuperarlos, para lo cual hace falta arbitrar ciertas herramientas que ayuden a recuperar la confianza.

Y en general es un canto a la iniciativa privada. A mí no me suena mal, después del despilfarro y de la ineficacia del nacionalismo-socialismo que nos ha conducido a un estruendoso fracaso.

Pero no todo serán parabienes. Hay algunas medidas muy concretas que levantarán ampollas en algunas partes de las islas. En fin, que quien pueda se acoja a las ventajas y quien no quiera se aleje de las desventajas.

Estoy hablando del polémico condohotel, por ejemplo, este sistema de multipropiedad inventado en Miami y que da buen resultado en algunos sitios, incluso en España.

Cualquier habitante europeo (o mundial, se supone) puede comprar un apartamento o una habitación y usarla a discreción o ponerla en el mercado de alquiler. En fin, los hoteleros han logrado con Delgado el amor perfecto, el contacto adecuado.

Los campos de golf empezarán a crecer en las tres islas principales, aunque en realidad donde ya los hay en abundancia no han servido para paliar la crisis ni para atraer más turismo.

«No habrá barra libre», añade, pero todo aparenta lo contrario.

La conversión de los hoteles en grupos residenciales añadirá a un mercado saturado varios cientos o quizás miles de estudios, habitaciones y apartamentos. Uno cree que los empresarios se lo pensarán mucho antes de iniciar grandes inversiones, por mucho capital (ventas anticipadas de apartamentos) que acumulen.

En cualquier caso, Delgado no parece dispuesto a soltar el dinero de la promoción. Es más, ha reducido el gasto promocional drásticamente. Esto sí, no deja de repetir que escuchará mucho. Escuchar es gratis, en principio.