Los ibicencos de cierta edad tienen un mapa mental con los puntos negros donde pudieras encontrarte con un uial (ullal, en catalán normativo), encuentro que podría ser fatídico, como expliqué en mi anterior artículo.
El uial puede ser la puerta final, el ojal por donde el agua te arrastre en un remolino que te absorbe y te transporta Dios sabe dónde. Yo lo he oído desde niño, y quizás sea ésta una razón por la cual los ibicencos nunca, jamás, iban a bañarse a determinadas playas o calas de Ibiza. Yo no voy a nombrar ninguna, porque están en la mente de todos, y además el uial, por propia definición, aparece y desaparece como quiere, como los famosos ojos del río Guadiana.
Remarquemos aquí la segunda acepción de la palabra, o sea, el uial como laguito o charca con aguas emergentes del subsuelo. En las zonas pantanosas está sembrado, en las albuferas no hay otra cosa: las aguas descienden de las cordilleras y emergen formando lagos. Recuérdese el lago de Bañolas (ahora Banyoles), o la Albufera de Alcudia (Mallorca), o la de Valencia, zonas húmedas de incalculable valor ecológico y agrícola. O nuestro Estany Pudent (Formentera).
En la fantástica albufera valenciana hay más de 50 ojales censados. En el delta del Ebro hay al menos 40. En es Pujols (Formentera) había uno casi dentro del agua (Pozo de los Frailes). En es Pou des Lleó hay otro. En la bahía de Portmany, varios.
Obsérvese aquí una gran diferencia entre ambas acepciones. El idioma ibicenco, una vez más, es bien explícito y exuberante: para aquellas aguas que absorben hacia adentro en forma de remolino tenemos la palabra uial; pero para las aguas que salen de la tierra o del mar hacia afuera tenemos la palabra broll. ¿No es fantástico?
Por cierto, el voluntarioso José Luciano Ruiz ha recurrido a consultar libros catalanes para explicarse fenómenos ibicencos. No suele dar resultado ni en los hechos ni en el habla. ¡Qué pena que desaparezca el ibicenco!
Los ibicencos, al menos que yo sepa, no empleamos la palabra ullals para definir los incisivos. Decimos claus, clavos. Y es que por mucho que se irriten los ubicuos sociolingüistas catalanistas, Ibiza es un mundo aparte, los ibicencos somos distintos y hablamos de otra manera.
Y ciertamente, al menos hasta comienzos del siglo XXI, aquí predominaba nuestra herencia fenicia y cartaginesa, por supuesto sin obviar la gran impronta ibérica, romana, visigoda y de otros colonos musulmanes llegados del norte de África, incluso una cierta influencia catalana, mucho menor de lo que pretenden vendernos estos nuevos colonizadores del nordeste peninsular español. La colonización catalana fue muy tenue, a pesar de la opresiva imposición de la superestructura política y de la dependencia casi medieval del arzobispado de Tarragona. Fatal para Ibiza, por cierto, como también opina el catedrático Bartolomé Escandell y como dejó dicho en estas mismas páginas y en sus libros.
Lo cierto es que todo esto ya no importa. Todo el Estado de las Autonomías está en el aire, nos han arruinado entre unos y otros. Incluso los folletos turísticos se cuidarán mucho de hablar de los uials, o de las simas en nuestras cuevas, o de las medusas terribles. Y sin embargo hablamos todos los días de las discotecas y de los auténticos venenos asesinos como las drogas, que se consumen inconsciente y alegremente, verdaderos uials para muchos desavisados que ignoran el peligro que corren. Ojo.
El uial puede ser la puerta final, el ojal por donde el agua te arrastre en un remolino que te absorbe y te transporta Dios sabe dónde. Yo lo he oído desde niño, y quizás sea ésta una razón por la cual los ibicencos nunca, jamás, iban a bañarse a determinadas playas o calas de Ibiza. Yo no voy a nombrar ninguna, porque están en la mente de todos, y además el uial, por propia definición, aparece y desaparece como quiere, como los famosos ojos del río Guadiana.
Remarquemos aquí la segunda acepción de la palabra, o sea, el uial como laguito o charca con aguas emergentes del subsuelo. En las zonas pantanosas está sembrado, en las albuferas no hay otra cosa: las aguas descienden de las cordilleras y emergen formando lagos. Recuérdese el lago de Bañolas (ahora Banyoles), o la Albufera de Alcudia (Mallorca), o la de Valencia, zonas húmedas de incalculable valor ecológico y agrícola. O nuestro Estany Pudent (Formentera).
En la fantástica albufera valenciana hay más de 50 ojales censados. En el delta del Ebro hay al menos 40. En es Pujols (Formentera) había uno casi dentro del agua (Pozo de los Frailes). En es Pou des Lleó hay otro. En la bahía de Portmany, varios.
Obsérvese aquí una gran diferencia entre ambas acepciones. El idioma ibicenco, una vez más, es bien explícito y exuberante: para aquellas aguas que absorben hacia adentro en forma de remolino tenemos la palabra uial; pero para las aguas que salen de la tierra o del mar hacia afuera tenemos la palabra broll. ¿No es fantástico?
Por cierto, el voluntarioso José Luciano Ruiz ha recurrido a consultar libros catalanes para explicarse fenómenos ibicencos. No suele dar resultado ni en los hechos ni en el habla. ¡Qué pena que desaparezca el ibicenco!
Los ibicencos, al menos que yo sepa, no empleamos la palabra ullals para definir los incisivos. Decimos claus, clavos. Y es que por mucho que se irriten los ubicuos sociolingüistas catalanistas, Ibiza es un mundo aparte, los ibicencos somos distintos y hablamos de otra manera.
Y ciertamente, al menos hasta comienzos del siglo XXI, aquí predominaba nuestra herencia fenicia y cartaginesa, por supuesto sin obviar la gran impronta ibérica, romana, visigoda y de otros colonos musulmanes llegados del norte de África, incluso una cierta influencia catalana, mucho menor de lo que pretenden vendernos estos nuevos colonizadores del nordeste peninsular español. La colonización catalana fue muy tenue, a pesar de la opresiva imposición de la superestructura política y de la dependencia casi medieval del arzobispado de Tarragona. Fatal para Ibiza, por cierto, como también opina el catedrático Bartolomé Escandell y como dejó dicho en estas mismas páginas y en sus libros.
Lo cierto es que todo esto ya no importa. Todo el Estado de las Autonomías está en el aire, nos han arruinado entre unos y otros. Incluso los folletos turísticos se cuidarán mucho de hablar de los uials, o de las simas en nuestras cuevas, o de las medusas terribles. Y sin embargo hablamos todos los días de las discotecas y de los auténticos venenos asesinos como las drogas, que se consumen inconsciente y alegremente, verdaderos uials para muchos desavisados que ignoran el peligro que corren. Ojo.