No había acabado de hablar del gran incendio de Benirràs de agosto de 2010, cuando nueve meses después se desata otro todavía más incontenible, también en la zona de San Juan. Tengo escrito un artículo inédito sobre el uso de cabras en los montes, en espera de publicación, pero la naturaleza no espera y acaba de quemar unas 1.500 hectáreas, frente a las 375 del año pasado.
El fuego afectó a una amplia zona de 3.225 hectáreas, de las que han quedado carbonizadas 1.576. Las condiciones meteorológicas, dicen, actuaron de agravante una vez más: 30 grados, con un 28% de humedad y un vientecito de 20 kilómetros por hora. Total: un fuego indomable.
Estaba predicho. Como habrá otro u otros antes de mucho. No es necesario ser adivino, basta con observar dos factores de riesgo elevadísimo: una masa vegetal crítica, con predominancia del pino pitiuso, que es pirófilo (llama al fuego), y un exceso de intrusos inexpertos e irresponsables dentro del bosque.
Si se pudiera prohibir tajantemente la entrada a los bosques, mientras se desbroza controladamente, tampoco se conseguiría nada. Hay otros desencadenantes naturales, desde botellas a un simple rayo. Ibiza seguirá ardiendo, porque nadie entre los gobernantes entiende nada. Piensan que el bosque se gestiona solo.
¿Qué se ha hecho? En el terreno de la previsión me atrevo a contestar: absolutamente nada. Porque en un momento crítico de nada sirven unos vigilantes, cinco aviones, 500 peones y 200 camiones. De nada.
¿Entonces, existe algo en la mano del hombre para salvaguardar los bosques? Pues sí, una auténtica lista de actuaciones ligadas, desde el pastoreo de cabras y otros animales, al desbrozamiento sistemático, empleando, si se puede arbitrar por ley, a los cinco mil parados ocasionales, en un trabajo de equipo coordinado durante todo el año, aprovechando los inviernos para limpiar los bosques. Y aplicar un reglamento de cuidados sistemáticos, que contemple la tala de muchos pinos.
No me refiero a los cortafuegos. Servirían si nuestros bosques fueran de eucaliptus, por ejemplo, caso de Galicia. Pero no con el pino, que es una bomba cargada de trementina y que puede expulsar las piñetas y las pavesas ardientes a más de un kilómetro de distancia, sorteando en trayectoria parabólica cualquier cortafuegos de unos cuantos metros.
Todo esto ya está dicho. Si alguien tiene curiosidad por leer algunos textos, están en la hemeroteca (miércoles y sábados) del Diario. O están reunidos en mi blog Notas de un Fenicio (http://apmarianoplanells.blogspot.com) en agosto y septiembre de 2010.
´En cicatrices profundas´ remarco esta bomba de trementina y resinas en un entorno con una maleza inextricable. Destrucción sin paliativos. En ´Fuegos contra Ibiza´ explico la anomalía permanente: Ibiza está viviendo una singularidad. Jamás había ocurrido a lo largo de su historia lo que estamos viviendo hoy: maleza, inmigración, cemento. Los políticos, simplemente no se enteran. No ven nada, por tanto no pueden calibrar las consecuencias. O no quieren ver.
En otros artículos recordaba los peligros de las lluvias negras. En verano no suele llover, será muy triste. Si en septiembre caen grandes lluvias será espectacular. Y en fin, hablaba de revitalizar el bosque, pero para ello hay que tomar medidas urgentes. Sí, hay que esponjar muchos miles de pinos, cortar pinos, muchos, los necesarios. Hace al menos 30 años que lo vengo escribiendo. Insistiremos.