Los meses de invierno solían estar amenizados por las expediciones derrochadoras a las ferias turísticas y por algún rifirrafe doméstico de nuestros políticos, tan iguales, tan grises, tan previsibles.
Pero hete aquí que, súbitamente, nos las hemos dado por las prospecciones. Los periodistas están encantados por las sorpresas que nos deparan los bajos fondos marinos y los bajos fondos terrestres.
En el mar tenemos la tétrica seguridad de algún desastre anunciado: el petróleo que yace bajo la plataforma continental y que se conoce desde hace décadas, ahora mismo llama a la puerta. A la puerta de Ibiza.
De hecho no son prospecciones en busca de petróleo; a éste ya lo tienen detectado, inspeccionado y cartografiado. Ahora ya van afinando más, acotando, analizando corrientes para plantar los artefactos de las temibles perforadoras. Un desastre sin paliativos para el mar, para la pesca, para el turismo, aunque no necesariamente.
Y aquí dejo el asunto, que ya he tratado antes, desde hace años. Lo que no me explico es la reacción ahora unánime de todos los políticos. No tiene explicación si no es a la luz de las próximas elecciones de mayo.
Vamos a las prospecciones de secano, a las que según en qué casos podemos llamar excavaciones. Toda Ibiza parece ahora una gran cascada de hallazgos arqueológicos.
¿Y ello se debe a un aumento de la protección, a un crecido amor por nuestro pasado?
No. Sólo que se hacen más obras públicas, más reformas, y va saliendo inexorablemente lo que todo el mundo sabía que estaba ahí.
¿Por qué nunca se encuentran restos púnicos o romanos en los chalets, urbanizaciones y hoteles privados? Es que sí se encuentran presumiblemente, pero desde siempre los han tapado, ignorando que esto es un delito, perdón, no lo ignoran pero osan taparlo apresuradamente, temiendo que las prospecciones y las excavaciones puedan retrasar los trabajos. Salvo honrosas excepciones, muy pocos constructores privados han dado aviso de un yacimiento desenterrado.
En los tiempos (hace ya cinco años) en que en Ibiza se construía más de una casa por día (en el 2006 se construyeron 450 inmuebles de todo tipo en la isla de Ibiza) jamás se encontraba nada, ni un miserable hueso. Bueno, en las autovías, y porque no podían disimularse los restos. Pero ahora que se remueven las tierras salen los testimonios históricos, desde el Castillo hasta en los cimientos del colegio Sa Bodega, los hipocaustos de San Jorge, las zanjas de can Mariano Gabriel de Santa Gertrudis, los riquísimos yacimientos bajo el Museo de arte contemporáneo o bajo el nuevo hospital: todo en obras públicas.
¡Qué casualidad!
Que de todo lo malo nos quede algo bueno, una gran duda: la consolidación, la protección y la exhibición de estos yacimientos arqueológicos de esta Ibiza tan fenicia.