sábado, marzo 12, 2011

Islotes como cuartel de campaña



Camposanto pirata en sa Conillera´ titula alegremente nuestro Diario sobre el hallazgo de un esqueleto en el islote Conejera, que no hay que confundir con el mismo topónimo que da nombre a un islote menor en el noreste de Cabrera. Decimos sa Coniera en ibicenco, y decimos coní (conejo) y se escribe conill en catalán, de manera que parece que pudo haber una relación de causa-efecto y no a la inversa. Hoy podríamos invertirlo y dejar unas parejas de liebres que al menos servirían de menú a algunas rapaces desesperadas, del mismo modo –quizás muy irresponsable, no sé– que se abandonaron unas cuantas cabras en es Vedrá que casi acaban con unas maravillosas plantas endémicas. 

Ignoro qué y cuántos endemismos puede haber en el islote que ha hecho famoso de carambola a San Antonio con sus puestas de sol. Lo que es seguro es que no hay ningún camposanto, si es sinónimo de cementerio.

Si lo he entendido bien, se han hallado tres esqueletos, tres tumbas diferenciadas, y uno de ellos tiene una bala de plomo alojada en la columna vertebral: debió doler mucho y además dejarle parapléjico. El otro está sin cabeza. Es probable que fuera destinada al menú del día de los salmonetes.

No sería muy santo este enterramiento si pertenece a los musulmanes saqueadores, es decir, a lo que llamaban en la época berberiscos, incluso sarracenos (y esto sí que es despectivo; el gentilicio moro no es despectivo). ¿Podrían ser de cristianos? No, los piratas los habrían cobrado más barato y habrían dejado los cuerpos allá y los nuestros los hubieran enterrado en sagrado. ¿Pero no habíamos quedado que los piratas lanzan al mar a sus muertos? No, de ningún modo, esto es el último recurso, al no poder conservar un cadáver mucho tiempo.

Hay que recordar o hay que aprender (muchos no lo saben) que los islotes mayores como Espalmador, Coniera y quizás algunos más ocasionalmente servían no de camposanto (palabra que emplea el periodista para ahorrar espacio y sintetizar el titular, hay que entenderlo), sino de cuartel general de campaña. Y algunas expediciones se quedaban semanas enteras, y quizás más, al menos cuando sabían que desde Ibiza nadie se atrevería a hostigarles.

Si no se entienden las distancias y las velocidades no se entiende nada. En Formentera siempre hubo ibicencos apostados vigilando los 180 grados que dan al Sur, a Barbaria (de ahí el gentilicio de berberiscos). Y tenía tiempo de sobras para avisar a Ibiza. No existían entonces naciones ni puñetas, pero la vida entre ambas orillas estaba muy organizada: se entendían perfectamente, vendían, compraban y se robaban unos y otros todo cuanto podían. Y ahora viene lo importante: caer preso de una barca de piratas no significaba forzosamente acabar vendido en el zoco de Orán. En un momento determinado podía valer más un cordero que una persona, a no ser que hablemos de una jovencita o de un jovencito de 14 años.

De hecho, retenían al capturado el tiempo justo de recibir algún tipo de compensación.