sábado, marzo 05, 2011

Perfilemos el desastre


Barry Flanagan, Leaping Hare, 1981, gilded bronze and stained wood stand, 107 x 25cm, Courtesy Southampton City Art Gallery, © Southampton City Art Gallery, Hampshire, UK/The Bridgeman Art Library.


La alarma ha sonado y es muy justificada: la ciudad de Ibiza, el gran triángulo de la Acrópolis, está perdiendo el perfil o silueta, lo que dicho en inglés es mucho más preciso, el skyline, la línea que recorta la ciudad sobre el cielo del fondo.

Esto sería grave en término teológicos: un mal pintor está borrando el vértice de la pirámide y alterando de forma errática las proporciones: es como si un dios (en minúscula aquí, estamos en zona de muchos dioses) iracundo hubiera fulminado con un rayo el torreón que despunta. Y de hecho esto ya ha ocurrido en el caso del campanario que ha soportado las caricias de numerosos rayos.

Esto será muy enojoso en términos domésticos, porque todo aquel que tenga un óleo, una figura de barro, una estatua con el fondo de Dalt Vila totalmente desfigurado se verá obligado a borrarla o a limarla.

No hay un sólo turista que no tenga una foto con Ibiza como fondo, así que al menos treinta millones de fotos, quizás cincuenta millones de fotos tendrán que sufrir la mutilación de las tijeras. Prácticamente todas las tijeras europeas recortarán la puntita de la silueta de la ciudad de Ibiza. Pero no nos extrañe, ya que hemos perdido todo lo extraviable, desde las costas a las playas, la paz y la sensatez, los precios humanos, la calidad artesanal, las costumbres. Ya puestos, bien podemos perder la cabeza y el corazón, que no otra cosa es Dalt Vila.

En una artículo escrito para celebrar el bicentenario de Ibiza como ciudad (debió ser eso en 1982) expuse mi tesis: cada vez que Ibiza ciudad ha sufrido acoso, intentos de derribo o descomposición, la isla entera se ha resentido, porque Ibiza es una pirámide acumuladora de la energía que protege la totalidad. No sé si eso es muy científico –no, no lo es, no nos esforcemos– pero gané el premio. El único premio que he ganado jamás, junto con el ´Pitiusas´, con un artículo sobre la moda Adlib (1974) publicado en el semanario Destino. Desde entonces jamás me he presentado a premios. Y, sin embargo, muchas ciudades han perdido dramáticamente su perfil. No me hagan hacer una lista, pero la más reciente fue la maravillosa Nueva York, que en unas horas perdió su skyline más popular aquel 11 de septiembre del 2001.

Estos traumas no son equiparables a otros ejemplos de cirugía estética urbana, pero nos ejemplifican dos cosas: perder el skyline no es nada imposible y además es muy fácil. Lo difícil es lo que ha conseguido Ibiza, que a través de una sedimentación y una pátina de miles de años haya conformado la silueta más famosa del mundo, aunque como es sabido no siempre fue así. Mientras hurgaban en el suelo, donde han emergido restos de un templo –y hay otros–, el mismo arquitecto se está cargando el perfil de nuestra ciudad.

¿No es demasiado para un solo arquitecto? ¿No es demasiado a la vez? ¿Y cómo puede dudar entre salvar los fundamentos del nacimiento de la historia de Ibiza y dos arcos renacentistas? ¿Cómo puede proteger antes el renacimiento que el nacimiento?
Ay, ay, ay...


Diario de Ibiza


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