Cuando en 1997 se liberalizaron los vuelos comerciales dejando paso a nuevas compañías de aviación, muchos vieron el cielo abierto, y nunca mejor dicho, para sus negocios de hostelería. Con la fuerza de los hechos se impusieron los vuelos de bajo coste y de forma simultánea se consolidaba la explosión de Internet.
La mayor parte de los hoteles siguieron trabajando con los paquetes turísticos vendidos por los mayoristas, pero muchos nos dimos cuenta –y lo dejamos escrito en el Diario de Ibiza– que «todo aquel que no se adapte al mercado libre, aprovechando los vuelos low cost y la contratación directa vía Internet quedará fuera del mercado». Era una fácil predicción, aunque observo que todavía quedan hoteles que queman hasta los últimos cartuchos con el turismo de agencias que nos mandan a chorro estos jovenzuelos atiborrados de todo lo que pillan.
Tomo noto de la queja de algunos profesionales de San Antonio que contratan ya directamente por Internet y que reivindican su status de hotelero de calidad, al margen de la barbarie británica alcohólica y drogada que nos mandan las agencias en otros hoteles que no se han adaptado. Se lamentan de que se les meta a todos en el mismo saco. Bien, anotado, período de observación positiva.
El 11 de octubre pasado, el Diario ofrecía en portada destacada en primer lugar: «Siete de cada diez turistas ya llegan a Ibiza en aerolíneas de bajo coste». Más del 76% de los viajeros que aterrizaron hasta agosto en el aeropuerto de las islas lo hicieron en este tipo de chárter.
Esto quiere decir que doce años después de aquel cambio de rumbo, Ibiza se ha adaptado probablemente sin mayor problema a una nueva forma de vender las plazas. Vendemos Ibiza de otra manera y usamos otros métodos.
Qué diferente resulta aquella Ibiza repleta de autobuses en fila india que iban recogiendo los turistas de todas las edades en el aeropuerto y los iban repartiendo en diferentes hoteles de las costas. Hoy el panorama ha cambiado, como lo ha hecho nuestro propio paisaje. Ahora son más jóvenes, visten casual, se las apañan como pueden por libre, usan el bus, el taxi y compran cuatro bolsas de bebida y comida en los supermercados. Una Ibiza casi radicalmente diferente en tan sólo una decena de años.
Quizás los únicos que no se han adaptado son los políticos, que debieran apartar sus torpes manos (no escribiré sucias, porque algún político honrado tiene que haber entre tanta corrupción) del negocio turístico. No lo harán, hay demasiado dinero y ellos quieren estar en las tajadas. Este tipo de turismo no busca museos ni galerías de arte. Tampoco moda de calidad. Las discotecas han estado atentas y han sabido atraerles con locales que parecen de los mejores del mundo. Me parece muy bien que Ibiza ofrezca casi en exclusiva este tipo de servicio, pero será prudente mantener una estrecha vigilancia en los horarios para romper la dinámica peligroso de consumos excesivos.
Por lo demás yo solo quería constatar esto: hemos adaptado nuestras ciento y pico de miles de plazas a un nuevo sistema de vender Ibiza.